Gobernar, no administrar

Se equivoca el presidente Arias al caracterizar las tareas del próximo Gobierno

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Contrario a lo que, en reiteradas y desafortunadas declaraciones, ha manifestado el presidente Óscar Arias, los costarricenses no elegimos a Laura Chinchilla para “administrar” el legado de su administración, sino para una tarea de mucha mayor envergadura: gobernar un país que aún enfrenta evidentes problemas, enormes retos y un futuro que, a la par de promisorio, está plagado de incertidumbre.

En varias entrevistas, la última de ellas publicada por el semanario El Financiero, Arias, sin alardear de modestia (cosa que nunca ha hecho) destaca una serie de logros a su Gobierno. En ello lleva una gran razón. Tal como hemos apuntado en otros editoriales, durante los últimos cuatro años, y tras varios más de gran desorientación, falta de visión e incapacidad para la toma y ejecución de decisiones, el Presidente reencauzó al país por una senda de reforzamiento de la institucionalidad, la gobernabilidad, la prosperidad y un mejor sentido de prioridades.

Producto de su liderazgo, del trabajo de un eficaz equipo y del creciente apoyo de la mayoría de los costarricenses, ratificamos el TLC con Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana; rompimos monopolios que detenían nuestro desarrollo; dimos al Estado un papel más estratégico; incrementamos la inversión en infraestructura y desarrollo social, y ganamos en seguridad jurídica. Gracias a tales aportes, nuestro país está, hoy, mejor que hace cuatro años, y con condiciones más propicias para seguir avanzando.

Pero lo anterior no implica, ni por asomo, que el horizonte esté despejado, ni justifica lo que Arias dijo a El Financiero, en relación con las tareas de Chinchilla: “Le dejo la mesa servida; los grandes cambios difíciles ya los hicimos. Ella lo que tiene que hacer es continuar con lo que hemos hecho y administrar”. Es decir, una suerte de “fin de la historia” que tornaría inútil la política y el liderazgo público.

La situación es muy distinta. Costa Rica necesita, y los costarricenses esperamos, un Gobierno tan visionario o más que el de Arias, con un fuerte liderazgo democrático, colaboradores de excelencia, capacidad para negociar, decidir y hacer, rumbos bien definidos, conciencia de las barreras que aún enfrentamos, una lectura realista de los retos del presente, y una disposición abierta y creativa hacia los imponderables del porvenir.

Dos de las grandes tareas pendientes tienen que ver con la seguridad y la coordinación del entramado institucional de combate a la pobreza. Si en algo sentimos los costarricenses –con razón– que la actual administración ha quedado debiendo, es en una estrategia eficaz en los ámbitos de la seguridad ciudadana y nacional, que enfrente por igual a la delincuencia común y el crimen organizado. Por algo ese fue el gran tema de campaña y se ha convertido, además, en urgencia política (no, simplemente, administrativa) del próximo Gobierno.

Sobre las complejidades del combate a la pobreza editorializamos en nuestra edición de ayer. Es mucho aún lo que se debe hacer, no solo por vacíos que el Gobierno de Arias no llenó, sino por retos de largo aliento que tenemos por delante.

La situación fiscal, la estabilidad y el crecimiento económico, la eficacia y eficiencia en el sector público, los avances en competitividad e innovación, el gerenciamiento del vínculo –a veces tenso– entre ambiente y desarrollo, las mejoras en educación y salud, y el desempeño de nuestro sistema político son otros de los varios frentes que necesitan de una acción transformadora, no una simple pasividad administradora.

Al concluir su mandato, es justo que los costarricenses reconozcamos a Arias sus indudables aportes. Este periódico lo ha hecho. Pero es injusto y hasta arrogante que, con extrema ligereza, el Presidente disminuya la seriedad de las tareas y la estatura de la próxima mandataria. Tales afirmaciones, más que a Chinchilla, lo menoscaban a él.