España fuera de juego

Los exprisioneros cubanos desterrados en Madrid desmienten el surgimiento de la “nueva etapa” anunciada por el Canciller español

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En vista de la liberación de 52 presos políticos, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, proclamó la inauguración de una “nueva etapa” en Cuba y declaró injustificada la continuación de la posición común europea que condiciona la cooperación con la Isla al avance de la democratización y los derechos humanos. En su editorial del viernes, La Nación señaló las groseras falacias en el razonamiento del Canciller.

Nada cambió en Cuba y la “nueva etapa” preconizada por Moratinos, solo se caracterizaría por el restablecimiento de la ayuda económica europea a un régimen represivo que la necesita con desesperación para seguir reprimiendo. Hoy, a diferencia del viernes pasado, los acontecimientos aconsejan permanecer en silencio y dejar la respuesta a Moratinos a cargo de la voz más autorizada: los propios presos liberados.

Para comenzar, rechazan ese calificativo. No son presos liberados, sino “exprisioneros de conciencia desterrados en España”. La distinción es importante. Fueron a dar a la cárcel por la osadía de expresar su disidencia en ejercicio de un derecho humano fundamental, universalmente reconocido. La libertad no les fue restablecida, porque eso implicaría el derecho a permanecer en su país, expresando sin temor el desacuerdo con el régimen. “Me parece que eso de ir de la prisión al aeropuerto, para ir a otro país, se llama destierro”, dijo Laura Pollán, líder de la Damas de Blanco, citada por el diario español El País.

Hecha la aclaración, los exprisioneros de conciencia desterrados en España desmienten el surgimiento de la “nueva etapa”, enfatizando lo obvio: “'el Gobierno cubano no ha dado pasos que evidencien una clara decisión de avanzar hacia la democracia”. Su excarcelación “no debe ser considerada un gesto de buena voluntad, sino como una acción desesperada del régimen en la búsqueda urgente de créditos de todo tipo”.

El texto firmado por diez de los once disidentes hasta ahora llegados a Madrid solicita “a los países de la UE que no reblandezcan sus exigencias encaminadas a lograr cambios hacia la democracia en Cuba y a conseguir para todos los cubanos los mismos derechos que disfrutan los ciudadanos europeos”.

“Conscientes de la voluntad manifiesta de algunos países europeos de modificar la posición común de la UE respecto a Cuba, declaramos nuestro desacuerdo con la aprobación de esta medida, por entender que el Gobierno cubano no ha dado pasos que evidencien una clara decisión de avanzar hacia la democratización de nuestro país”, dice la carta suscrita por los disidentes desterrados.

Moratinos y el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero están a un paso del ridículo. Debieron preverlo. La actitud vertical de los desterrados era de esperar de hombres dispuestos a pagar su disidencia con la cárcel. Nadie debió fantasear con la posibilidad de su silencio a cambio del destierro. Su excarcelación la deben, precisamente, a la existencia de la posición común europea que el régimen cubano intenta desarticular con ayuda de España. Lo saben y se niegan a atestiguar la pacífica entrega de ese bastión a los hermanos Castro.

“Nosotros no hemos luchado para que nos saquen de la cárcel. Nosotros estamos luchando para que en Cuba haya una plena libertad de expresión, una plena democracia. No se le debe levantar la posición común al Gobierno de Cuba”, dijo el expreso político Ricardo González a la radio francesa, según El País.

Suecia, Francia, la República Checa y Alemania defienden la posición común europea con la hidalguía que le ha faltado a España. Los exprisioneros de conciencia desterrados en Madrid hoy les conceden razón.

Harían mal en seguir el camino marcado por Moratinos, y bien si se replantean la conveniencia del liderazgo cedido a la Madre Patria en virtud de sus vínculos históricos con América Latina.