Empate en Siria

Los esfuerzos internacionales para lograr un arreglo de paz en Siria han llegado a un punto muerto de escasas esperanzas

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Los esfuerzos internacionales para lograr un arreglo de paz entre los actores de la guerra en Siria han llegado a un punto muerto de escasas esperanzas. El mediador designado por la ONU, el experimentado diplomático Lajdar Brahimi, renunció a sus funciones aduciendo cansancio y desilusión por el llamado “Proceso de Ginebra”, inacabable por su estancamiento.

Este giro en Ginebra ha sido acentuado por la convocatoria a elecciones generales en Siria, formulada por el dictador Bashar al-Assad. Este llamado a comicios obedece a una campaña publicitaria del régimen, vacía, dada la fractura del mapa sirio con importantes zonas en manos rebeldes. Assad se sintió alentado por el retiro de combatientes insurrectos de la histórica ciudad de Homs, punto estratégico en la ruta de la provisión de armas tanto para los rebeldes como también para los militares oficialistas. Dicha ciudad cayó en manos opositoras que fueron inmediatamente atacadas por tierra y aire por el régimen de Damasco.

En todo caso, el retorno de refugiados a las ruinas de la antigua gran ciudad marca otra realidad inescapable que es la destrucción inmisericorde de importantes centros de población. Así, en Homs, la victoria reclamada por el Gobierno ha conllevado una reagrupación de fuerzas insurrectas en las vías de acceso a dicha ciudad.

El presunto jaque mate en Homs se reproduce por todo el país, a pesar de la pugna interna entre las agrupaciones del frente contra Assad. Dicha coalición incluye a marxistas e islamistas de diferentes convicciones que también se enfrentan entre sí.

Obtener un común denominador desafía al género diplomático, sobre todo por el amplio elenco de protectores externos de los milicianos. Irán con Rusia y China defienden a Assad, a quien proveen de una cornucopia de dólares y modernos armamentos. Arabia Saudita y Kuwait proporcionan fondos y armas a distintas facciones insurrectas pro sunitas, al tiempo que Catar extiende sus alas financieras sobre los islamistas radicales, algunos afiliados con Al Qaeda.

Otro ángulo de la contienda apunta a las grietas que ya se abren entre las grandes potencias. Usualmente, las rencillas se mantienen puerta adentro, pero ahora ya han desbordado los límites del secretismo. De visita en la Casa Blanca el martes último, el canciller francés, Laurent Fabius, criticó duramente al presidente Barack Obama ante la prensa. Ante el clamor de apoyo aéreo de los grupos insurrectos, Obama se había negado a dar ese respaldo cuando más se necesitaba. Otra iniciativa de Francia, además de otras potencias europeas, era con la finalidad aliada de destruir los depósitos de armas químicas que, como sabemos, Assad las usa de manera indiscriminada contra la población. De nuevo, Obama se negó.

Se suman a este proceso las negociaciones nucleares de Irán con Washington y las restantes potencias del G5 más Alemania, a las cuales la Administración estadounidense atribuye gran trascendencia para el legado histórico de Obama.

En torno a este diálogo circula la interrogante acerca de un trato privado de Irán con Washington que aflojaría el acuerdo nuclear a cambio de que la Administración desacelere el ímpetu de acciones militares de las potencias del Oeste contra el régimen sirio. La respuesta regional a un trato de esta naturaleza podría involucrar un realineamiento crítico adverso a Estados Unidos. Quizás las percepciones acerca de un desarrollo de esta índole se aticen a raíz del prolongado impasse .

La guerra en Siria está empatada en el orden interno, al tiempo que la acción diplomática languidece y sufre una devaluación a los ojos de expertos y medios de opinión. En cuanto al negociado nuclear, todavía yace en la mesa de la negociación técnica en Viena sin síntomas de genuino progreso.

Por el momento, predominan las relaciones tirantes entre Washington y Moscú con respecto a Ucrania. Sin duda, los retos de manejar tantos tableros avivan el interés global en las actuaciones de los principales Gobiernos. Ojalá nadie se aburra.