El triunfo de Chirac

Chirac ha sobresalido, por superar obstáculos

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La segunda ronda de las elecciones presidenciales de Francia, realizada el domingo pasado, no solo enfrentó a dos destacadas personalidades de la generación política posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pocas veces antes, desde que Charles de Gaulle fundó la Quinta República en 1958, la ciudadanía debió decidir una competencia tan reñida entre dos candidatos con bagajes ideológicos y programas de gobierno tan diferentes. El tema central de la contienda: cómo resolver el grave problema del desempleo, superior al 12 por ciento, y agudizado por una escalada de inmigración ilegal y de episodios delictivos.

Jacques Chirac, vencedor de la jornada, por muchos años alcalde de París y fundador del movimiento neogaullista, propugnó a lo largo de la campaña medidas encaminadas a estimular la actividad privada para solucionar la presente crisis. En contraste, el aspirante socialista Lionel Jospin ofreció el remedio tradicional de su partido: más estatismo. El desenlace de este choque de ideas no era fácilmente discernible: en la primera vuelta efectuada el 23 de abril último, Chirac, dos veces antes candidato y el preferido en las encuestas, solo obtuvo el 21 por ciento de los votos en tanto el opaco Jospin sorprendió al conseguir el primer lugar con un 23 por ciento. Sin embargo, el caudal conservador estuvo fraccionado debido a la participación del actual Primer Ministro, Edouard Balladur, quien recibió el 19 por ciento de los sufragios. Además, en esa oportunidad, hubo un abultado respaldo --15 por ciento-- a Jean Marie Le Pen, postulante de la extrema derecha y exponente de tesis neonazis, quien capitalizó el así llamado "voto protesta".

Al igual que ocurrió en otros países del oeste europeo, la posguerra fría afectó a Francia con una espiral migratoria de los antiguos dominios comunistas que se sumó al influjo usual de Noráfrica y el Cercano Oriente, considerablemente mayor en años recientes. Y, también como sucedió en el resto de Europa Occidental, el arribo masivo de foráneos ahondó las complicaciones del desempleo generadas por una coyuntura de recesión económica. No sobra destacar que el repunte en la producción logrado últimamente por Balladur no ha llegado a reflejarse aún en un incremento paralelo de puestos de trabajo.

El consecuente desencanto de los votantes con los políticos tradicionales se reflejó en el elevado número de indecisos --cercano al 30 por ciento--, los cuales, sin duda, fueron determinantes en el resultado del domingo. Cabe señalar que Jospin procuró atraer esta corriente tomando distancia del presidente socialista Francois Mitterrand, quien ha ejercido el cargo durante catorce años y es blanco del descontento popular. Al final, el impulso renovador se tradujo en la clara ventaja de Chirac (53 por ciento) sobre su contendor (47 por ciento).

Chirac, quien contará con una amplia (80 por ciento) mayoría parlamentaria conservadora a su favor, se propone introducir de inmediato incentivos fiscales al empleo. Asimismo, según ha anunciado, dará un importante énfasis a los asuntos internacionales, especialmente en el campo de la cooperación económica. El principal desafío que le espera será conciliar sus promesas de estímulo laboral con la prioridad de mantener baja la inflación --el más injusto de los impuestos-- y con los planes de unificación monetaria en Europa. No es dable minimizar la magnitud de esa tarea. Empero, Chirac ha sobresalido, precisamente, por superar obstáculos. Y el desenlace del domingo es prueba de ello.