El inquietante caso de los sirios

Salvo jirones de información tesoneramente conseguidos por la prensa y una sucesión de inverosímiles declaraciones oficiales, poco sabemos del caso de los sirios

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El comunicado de la Casa Presidencial sobre la solicitud de visa promovida por la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS) para traer al país a ocho sirios tiene visos de comedia o, cuando menos, de orwelliana ironía. La petición planteada a la comisión encargada de conceder visas restringidas fue “transparente y legal”, dice el comunicado oficial.

Quizá los ciudadanos “de a pie”, a quienes el gobierno considera incapaces de comprender la trascendencia de la visita oficial a Cuba y la importancia de hacerla en compañía de una treintena de funcionarios, necesitemos, también, un cursillo sobre la “transparencia” según la entienden las altas esferas del poder, parapetadas detrás de las opacas ventanas de la “casa de cristal”, ayuna de arbolitos en el frente, pero totalmente impenetrable.

La incomprendida “transparencia” implica el más absoluto desconocimiento de lo sucedido, salvo los jirones de información tesoneramente conseguidos por los periodistas y una sucesión de inverosímiles declaraciones oficiales. Los ocho sirios fueron recomendados por una treintena de países amigos, dice Mariano Figueres, jerarca de la DIS y firmante de la solicitud de visa. Son países de América, Europa y Oriente Medio cuyos servicios secretos hicieron la recomendación, dice el funcionario sin revelar la identidad de una sola de esas naciones.

Para crear semejante coincidencia entre tantos servicios secretos de regiones tan disímiles, los ocho sirio deben ser espectaculares como “expertos y analistas” del terrorismo. Al menos uno de ellos es un verdadero prodigio, pues se ha ganado el respeto universal de la comunidad internacional de inteligencia a la tierna edad de 25 años.

Para “los ciudadanos de a pie”, es difícil comprender cómo figuras connotadas, de fama universal, mantienen un perfil tan bajo que es necesario eximirlos de presentar los antecedentes exigidos para otorgar la visa restringida. El cumplimiento de un requisito tan sencillo habría aumentado su “exposición”, dice el director de la DIS en impecable lenguaje de espía.

También se dificulta entender por qué los reconocidos, aunque discretos expertos, aceptan el riesgo de cruzar los mares para participar en un “simposio” en una pequeña nación centroamericana, lejana y de escasa importancia en el marco de los conflictos de Oriente Medio.

El simposio no fue celebrado, por razones asimismo desconocidas, pero las consecuencias de su cancelación no se han manifestado. La mejor forma de no “exponerse”, pensaría la gente “de a pie”, es no viajar hasta Ankara, Turquía, para retirar una visa con el fin de trasladarse a Costa Rica para participar en una actividad prácticamente presentada como académica.

En sí mismo, el simposio es un misterio. La DIS, como organizadora y anfitriona, no supo decir si tenía título, dónde pensaba celebrarlo y quiénes más asistirían. Así de transparentes fueron las explicaciones iniciales de la Casa Presidencial.

Una de las principales lagunas en este reino de la transparencia es la afiliación de los expertos sirios. En Siria, las facciones en pugna tienen aristas poco potables para los costarricenses “de a pie”. Gobierna un régimen sanguinario, por su territorio campea el Estado Islámico y la fraccionada oposición despierta dudas. Quizá los expertos se mantengan ocupados asesorando a la treintena de países amigos. ¿Lo harán desde Turquía, donde se pidió extender las visas?

Son “independientes” y trabajan “por cuenta propia”, afirman altas fuentes del Ejecutivo. Así, sin afiliación alguna, lograron hacerse indispensables en la lucha mundial contra el terrorismo. A la gente “de a pie” se le hará imposible creerlo, como también aceptar el llamado contra el prejuicio que cierra el comunicado de la Casa Presidencial. “Hay que tener cuidado con la valoración que se hace de las personas y no etiquetarlas”, aconseja el texto después de recordar la tragedia humanitaria siria y el peligro de generalizar. Nadie ha incurrido en esa falta. Hemos abogado por los refugiados sirios y el fin de la tragedia en ese país. Los ocho expertos importados en tan extrañas circunstancias representan casos muy específicos sobre los cuales urge saber la verdad.

La DIS debe guardarse los consejos contra el cultivo de “prejuicios” y, sobre todo, las disonantes protestas de transparencia. Tan poco se sabe del incidente que la más alta jerarquía del gobierno, comenzando por el presidente de la República, confiesa absoluta ignorancia de los hechos. En la “casa de cristal”, ya ni siquiera se ve desde adentro.