El desafío exportador

La caída en las ventas al exterior va más allá del “efecto Intel” o los factores climáticos

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Los datos consolidados sobre el comportamiento de las exportaciones nacionales durante el primer semestre de este año son desalentadores. Comparadas con el mismo período del 2014, las ventas de bienes al exterior bajaron un 16%, para ubicarse en $4.946 millones. Se trata de un desplome muy significativo.

Este resultado adquiere un matiz ligeramente más benigno al escarbar en sus causas, entre las cuales destacan dos factores extraordinarios: el cierre de las operaciones manufactureras de la multinacional Intel, y fenómenos climáticos que han afectado severamente la producción agrícola, especialmente de piña y banano, dos productos fundamentales en nuestra oferta exportadora. Además, como factor positivo en el frente externo debemos recordar que la venta de servicios creció un 6,6% en el primer trimestre de este año en relación con el anterior.

Es decir, aunque objetivamente estamos ante una muy mala noticia –el decrecimiento significativo en los ingresos de divisas– tiene sentido preguntarnos si, al eliminar los factores puntuales que han contribuido a la baja, es posible suponer una reversión de la curva durante el próximo semestre y una verdadera recuperación el próximo año.

Intel anunció el cierre de manufacturas en abril del 2014, y para diciembre de ese año ya había concluido el traslado de sus operaciones a Malasia y Vietnam. Por ello, para efectos comparativos, el impacto de su decisión habrá desaparecido totalmente a finales del 2015, lo cual incidirá en una mejor “foto” de la evolución relativa de las exportaciones, aunque no necesariamente de sus datos absolutos. Si además restamos el efecto negativo de los factores climáticos, también habrá una recuperación natural de las actividades agrícolas.

Como la incidencia de los factores coyunturales en los datos comparativos tenderá a desaparecer prácticamente por inercia, la clave sobre el futuro de nuestras exportaciones hay que buscarla en otros factores. Sobre ellos, por desgracia, el pronóstico es reservado.

De acuerdo con los datos del índice mensual de actividad económica (IMAE) que lleva el Banco Central, nuestra economía acumula 13 meses de desaceleración. El estancamiento del desempleo en un 10% de la fuerza laboral es, en buena medida, resultado de este fenómeno. Las inversiones de las empresas apenas aumentaron un 1,3% durante el primer trimestre del 2015, mientras en el 2014 alcanzaron un 8,5%, y la importación de maquinaria ha venido cayendo. A esta desestimulante ecuación debe añadirse otro factor clave: el comportamiento del tipo de cambio. Mientras la relación entre el colón y el dólar se ha mantenido estable, muchas otras monedas de socios comerciales se han devaluado considerablemente, con lo cual el precio relativo de nuestros productos ha aumentado y el de los suyos se ha reducido. Esto disminuye nuestra competitividad, la cual, por otro lado, no ha recibido ningún impulso significativo por vías más estructurales, como podrían ser la mejora en la infraestructura, la facilitación de los trámites para establecer negocios o una formación más pertinente de nuestros recursos humanos.

Lo anterior sugiere, por un lado, que será casi inevitable una mayor desaceleración en el crecimiento de nuestra economía y, por ende, de las exportaciones; por otro, que no existen condiciones para que esa situación sea superada a corto plazo, ni estrategias claras para comenzar a avanzar en tal sentido. Al contrario, a este conjunto de variables más bien hay que añadir la incertidumbre sobre el desempeño macroeconómico –en particular, el deterioro fiscal– y las contradictorias señales enviadas por el Ejecutivo en torno a este y otros temas.

Sin duda, en las circunstancias económicas actuales existen factores que escapan al control del país; siempre ha ocurrido así. Sin embargo, la mayoría de los más relevantes para infundir dinamismo a nuestra economía, crear mayor riqueza y estimular las exportaciones y el empleo, sí dependen de nosotros, en particular de buenas políticas públicas. Aún estamos esperándolas.