Editorial: San José turística

El Instituto Costarricense de Turismo (ICT), en alianza con la Municipalidad y otras instituciones, se propone atraer visitantes a la capital

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Para la mayor parte del turismo internacional, San José es un lugar de paso, no un destino. Hasta ahora, ni las autoridades turísticas ni los particulares promocionan la capital como merecedora de una visita. El turismo de playa a menudo se va del país sin poner un pie en la capital o siquiera en la provincia. Del aeropuerto Juan Santamaría, en Alajuela, parte hacia el Pacífico central, cuando no aterriza en Liberia para disfrutar de la costa guanacasteca. La ciudad es, cuando mucho, una base apta para visitar atractivos naturales cercanos.

El Instituto Costarricense de Turismo (ICT), en alianza con la Municipalidad y otras instituciones, se propone cambiar esa realidad. San José, dice la campaña, debe ser vivida para vivir verdaderamente Costa Rica. La capital, según el lema, es “latido de nuestra identidad”. Tiene atractivos, como los extraordinarios Museos del Oro y del Jade. También tiene una variada oferta culinaria, el gran Teatro Nacional y espacios dedicados al arte. Hay barrios con atractivos de diversa naturaleza, como Amón y la fiesta permanente en Escalante, tan molesta para los vecinos.

La campaña incluye una aplicación con las actividades del mes, orientación sobre los principales atractivos turísticos y sitios icónicos, así como una guía completa de restaurantes, hoteles y servicios de alquiler de automóviles. La herramienta se titulaGuía turística para la ciudad de San José,y es uno de los elementos notables de la iniciativa.

Pero San José, no obstante sus atractivos, es lugar de paso por razones de todos conocidas. Es una ciudad desordenada, con un tránsito caótico, ruidoso y agresivo contra los peatones. Como en el resto del país, escasea la policía de tránsito, pero en la urbe su ausencia se nota más. Quien transite por sus calles se verá en apuros para creer que existen disposiciones legales contra el ruido y el humo de los vehículos. Ni siquiera dará crédito a quien le hable de la existencia de una ley de tránsito. Basta con ver la obstrucción de los pasos peatonales a vista y paciencia de cualquiera, incluidos los turistas.

De las tiendas y otros establecimientos mercantiles, salen sonidos ensordecedores, calculados para atraer la atención de los transeúntes. La música se mezcla con los megáfonos utilizados para promocionar mercancías y los tubos de escape intencionalmente modificados para hacer ruido.

Los atractivos culturales deben ser visitados con cautela, preferiblemente antes de la puesta del sol. El Teatro Nacional ofrece transporte antes y después de las funciones para evitar a los asistentes una caminata corta pero riesgosa. La inseguridad se palpa caída la noche, aunque no está ausente durante el día, pese a los esfuerzos de la Policía Municipal y la Fuerza Pública. En las inmediaciones del Mercado Central, uno de los puntos considerados de interés turístico, no siempre se disfruta de calles limpias.

Muchos de los atractivos están en el centro de la ciudad, aunque el plan es promocionar sus 45 kilómetros cuadrados. No obstante, todos sabemos, especialmente los josefinos, que el centro expulsa población hacia las zonas circundantes precisamente por los inconvenientes citados. La población de esas zonas más bien evita transitar por el centro. Así, el corazón de la capital se convierte también en un sitio de paso para miles de costarricenses, muchos obligados a visitarlo para hacer trasbordo de autobuses integrados a un sistema de transporte ineficiente, siempre en espera de un programa de sectorización que, entre otras ventajas, permita descongestionar el centro.

La intención de promocionar la visita a la capital es meritoria, pero no llegará a ningún lugar si no parte de reconocer la necesidad de rescatar a la ciudad, primero, para sus habitantes y los costarricenses necesitados de visitarla. La Municipalidad de San José ha planteado programas para repoblar el centro, pero su éxito es muy limitado.

Vivir San José puede ser, para el turista, una forma de vivir verdaderamente Costa Rica. Es razón de más para asegurarnos de que la vivencia sea agradable. Lograrlo exige más que buena voluntad y una campaña promocional bien diseñada.