Editorial: Presidente sin amigos

El diputado Morales Zapata afirma que siempre actuó ‘en estrecha comunicación’ con el presidente durante las gestiones relacionadas con el cemento

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Para responder las manifestaciones críticas del diputado independiente Víctor Hugo Morales Zapata, la casa de gobierno insistió en que el presidente, Luis Guillermo Solís, no tiene amigos y solamente actúa en defensa de los intereses nacionales. La protesta de la Casa Presidencial suena hueca, no solo por manifestaciones anteriores del mandatario, sino por las del propio Morales Zapata, nunca desmentidas por Solís.

Es difícil creer en la existencia de personas sin amigos. Hay, sin embargo, malos amigos, capaces de abandonar la relación cuando la conveniencia lo aconseja. En la política, ese fenómeno es muy frecuente. Pocas personas se han mostrado más cercanas al mandatario y pocas han presumido más de la estrechez de su relación pero, de pronto, Morales Zapata dejó de ser el hermano del beso en la mejilla para ser negado, junto a todos los demás amigos, por si surgiera alguna sospecha.

El diputado más cercano al mandatario, uno de los reconocidos artífices de su victoria electoral, de pronto se convirtió en el “embajador” del empresario Juan Carlos Bolaños. El mandatario le exige explicar sus intervenciones en el enojoso caso del cemento chino y todos los relámpagos caen sobre él.

No siempre fue así. En una entrevista concedida al programa Matices, de Radio Monumental, a finales del 2015, el mandatario describió al entonces ministro de la Presidencia Melvin Jiménez como “mi amigo” y “hermano de causa” junto a Víctor Morales. No tenía el mandatario que decirlo cuando el país entero tuvo siempre clara la conformación de su círculo íntimo por Jiménez, Morales y Mariano Figueres, también descrito en su oportunidad como “hermano” y “amigo”.

Tan estrecho era el vínculo con Morales y tan grande su influencia, que los diputados de oposición lo consideraban una especie de ministro de la Presidencia a la sombra y no dudaban, al negociar con él, de que estaban conversando con Zapote. En ocasiones, la confianza rompió fronteras y el presidente se vio obligado a distanciarse, como cuando el legislador anunció, antes de tiempo, un cambio en el gabinete.

Precisamente por las críticas al papel desbordado de Morales, el mandatario se vio obligado, en otra oportunidad, a negar que fuera su “embajador” en la Asamblea Legislativa, como se decía en aquellos días. Hechas las aclaraciones para apaciguar las críticas, todo volvía a la normalidad, como cuando el candidato Luis Guillermo Solís pidió a Morales renunciar a sus aspiraciones de ser diputado tan solo para recibirlo con los brazos abiertos dos meses después de inaugurarse en el poder.

Ahora, Morales afirma que siempre actuó “en estrecha comunicación” con el presidente durante las gestiones relacionadas con el cemento y advierte al mandatario que “la historia lo juzgará” por abandonar la lucha contra el duopolio de ese producto, que es como el legislador caracteriza lo actuado en el caso de las importaciones chinas.

“He sido del presidente su amigo, su escudo ante los ataques injustos y alevosos, más de propios que de extraños, y me he considerado su hermano. Siempre actué dentro de mis funciones en estrecha comunicación y coordinación. Y jamás sin su acuerdo y anuencia”, afirmó Morales ante el plenario legislativo.

Uno de los dos, el presidente o el diputado, falta a la verdad en cuanto a la amistad y la coordinación en el caso del cemento. Todos los antecedentes conducen a creerle más al legislador, aunque sea para no dar crédito a la triste excepcionalidad reclamada por el presidente cuando niega tener amigos, como si lo contrario fuera una debilidad de la condición humana y no una de sus más grandes virtudes y bendiciones.