Editorial: Muertes por metanol

La oferta de un producto por la tercera parte de su precio normal, o menos, alerta al comerciante sobre la procedencia ilícita. Esclarecer el caso es indispensable desde la perspectiva de la salud pública. Ese es el valor fundamental, pero la investigación también constituye una medida de defensa económica.

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Las muertes causadas por el guaro contaminado con metanol tomaron por sorpresa a médicos y hospitales no acostumbrados a lidiar con este tipo de intoxicación, antaño más común debido a la destilación ilícita de alcoholes. El metanol es producto del mal procesamiento y su toxicidad queda demostrada por la muerte de 19 de los 34 pacientes recibidos en los centros médicos. Entre los sobrevivientes, la ceguera y otros daños son frecuentes.

Costa Rica había logrado reducir las intoxicaciones por esta causa al punto de la erradicación. Por eso los médicos se han visto obligados a renovar conocimientos y la Caja Costarricense de Seguro Social distribuyó un nuevo protocolo para la identificación y tratamiento del mal. Además, las autoridades piensan adquirir un antídoto más eficaz.

El tóxico se vende en botellas y con etiquetas de marcas debidamente registradas y producidas de forma lícita, bajo control sanitario. El problema es la imposibilidad de distinguir entre un envase legítimo y uno falsificado. Existe, sin embargo, una gran diferencia que condena al comerciante del producto adulterado y debería advertir al consumidor. El precio del guaro irregular es ridículamente bajo.

La oferta de un producto por la tercera parte de su precio normal, o menos, alerta al comerciante sobre su procedencia ilícita. En el mejor de los casos, se trata de mercadería robada o de contrabando. En el peor, es veneno, más o menos letal, producto del procesamiento inadecuado. No obstante, hay comercios atraídos por la posibilidad de ganancias exageradas.

En varios casos, las víctimas compraron el guaro tóxico en establecimientos formales a precios muy reducidos. Por lo pronto, los intoxicados son, en su gran mayoría, alcohólicos, algunos de ellos indigentes. Esa condición pudo haberles hecho pasar por alto la señal de advertencia de un precio demasiado bajo.

El peor caso es el del consumidor, totalmente desprevenido, de bebidas mezcladas en bares y sitios de entretenimiento cuyos propietarios puedan ver en el guaro adulterado un insumo barato. Esa forma peligrosa e irresponsable de acrecentar ganancias extiende el riesgo mucho más allá de los alcohólicos e indigentes. Además del sufrimiento humano, con mucho la consecuencia más grave, existe en estos casos la posibilidad de intoxicación de un visitante extranjero y, con ella, un serio daño a la reputación del país.

El noticiero estadounidense Fox News informó de las 19 muertes bajo el titular “Crisis en Costa Rica”. No profundizó en las circunstancias ni dejó de desplegar la ignorancia otras veces exhibida en relación con América Latina. “Isla difundió alerta tras 19 muertes por alcohol adulterado”, dice el subtítulo. Nuestra “isla” no puede darse el lujo de caer en duda, especialmente, ahora que se especula sobre un posible vínculo entre alcohol contaminado y la misteriosa muerte de varios turistas, en los últimos meses, en República Dominicana.

Esclarecer el caso es indispensable desde la perspectiva de la salud pública. Ese es el valor fundamental, pero la investigación también constituye una medida de defensa económica. Este segundo aspecto no debe quedar de lado porque incentiva la colaboración y vigilancia de los beneficiados por el turismo nacional y extranjero.

La Policía se lanzó a decomisar los envases de las marcas utilizadas para distribuir el licor adulterado. Tiene identificadas a unas 13 bandas dedicadas al negocio ilícito y sabe de cientos de miles de litros de etanol importado ilegalmente para diluirlo con agua y venderlo como guaro legítimo. El riesgo de contaminación y aparición del mortífero metanol es grande. Hay demasiado en juego para no reaccionar con prontitud.