Editorial: Mayor prudencia entre EE. UU. y China

En una reciente reunión, los presidentes de EE. UU. y China optaron por mayor prudencia en sus relaciones

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Tras un pronunciado deterioro en sus relaciones durante los últimos dos años, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping decidieron, hace pocos días, dar un paso en el sentido correcto, destinado a estimular un manejo más controlado y prudente de las rivalidades y pugnas entre Estados Unidos y China.

La oportunidad fue la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (conocido por sus siglas en inglés, APEC), del cual ambos países forman parte, celebrada en San Francisco, California. Tras un detallado planeamiento, ambos dirigentes aprovecharon para reunirse el miércoles 15 durante poco más de cuatro horas. Fue tiempo suficiente para discutir temas fundamentales de la que, con razón, muchos analistas consideran la relación bilateral más importante del mundo; también, para abordar grandes desafíos y tensiones globales.

En los días previos, brillaron por su ausencia las grandes expectativas de otros tiempos. Al contrario, ambas partes se encargaron de definir el encuentro como una instancia orientada hacia propósitos más modestos y realistas: restaurar o fortalecer canales de diálogo entrabados, explorar ámbitos acotados de cooperación y discutir con claridad sus muchas diferencias. Se trató, en síntesis, de una oportunidad para estabilizar las relaciones, gestionar mejor su rivalidad geopolítica, económica, tecnológica y militar, y evitar que, por falta de adecuada información o errores de cálculo, se exacerben conflictos que conduzcan a confrontaciones abiertas.

Uno de los acuerdos más destacados fue la reapertura de las comunicaciones militares regulares, canceladas por China tras la visita a Taiwán de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, en agosto del 2022. Además, Xi y Biden decidieron establecer un grupo de trabajo antinarcóticos, aparejado a la promesa china de controlar la exportación de químicos usados para la producción de fentanilo, una droga sintética que mata por sobredosis a decenas de miles de estadounidenses cada año. A esto se añade el establecimiento de un “diálogo” sobre inteligencia artificial, una renovada colaboración para enfrentar el cambio climático y el incremento de los vuelos comerciales entre ambos países.

Sin duda también fueron considerados temas de altísima tensión, entre ellos, las violaciones de Pekín a la soberanía de las aguas territoriales de vecinos —como Vietnam o Filipinas— en el mar del Sur de la China, su expansión nuclear, las hostilidades hacia Taiwán, las restricciones a las exportaciones e inversiones en altas tecnologías por parte de Estados Unidos, el renovado ímpetu militar de Corea del Norte y conflictos agudos, como el creado en Europa por la invasión de Rusia a Ucrania y en Oriente Próximo por la guerra entre Israel y Hamás, ambos con múltiples implicaciones regionales. Sin embargo, de ellos no dieron cuenta las declaraciones posteriores.

El encuentro, un año después del celebrado en Indonesia durante la reunión del Grupo de los 20, se dio no solo en un momento particularmente riesgoso para la estabilidad internacional, sino también de grandes desafíos para ambos países.

A pesar de las frecuentes declaraciones triunfalistas de Xi, China pasa por un período de desaceleración económica, crisis de su sector inmobiliario, reducción de las inversiones extranjeras, envejecimiento de la población, inquietud social, control político mucho más severo y corrupción crónica en altos mandos militares, además de sus sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

Según el analista Ruchir Schama, China también experimenta una pérdida paulatina de su participación en el producto bruto global, la cual ha bajado de 18,4 % en el 2021 al 17 % durante el presente año. Estados Unidos, en cambio, representa alrededor del 45 %. Su situación es mucho más sólida que la de su rival, pero su disfuncionalidad política, la inflación, la amenaza de una eventual victoria electoral de Donald Trump el próximo año y la dificultad de mantener su influencia global en medio de tantas crisis externas, son estímulos para reducir las tensiones con el gran rival asiático.

La rivalidad se mantiene en múltiples frentes, y es posible que, lejos de disminuir, aumente. Esta es una razón de más para gestionarla con la mayor sensatez posible. La reunión en San Francisco es un paso en tal sentido, que debemos celebrar.