Editorial: La oportunidad toca a la puerta

Costa Rica está bien colocada para beneficiarse del replanteamiento de la cadena de abastecimiento de microchips destinados a la industria estadounidense

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Estados Unidos necesita replantear su cadena de abastecimiento de microchips para reducir su dependencia de China, una potencia adversaria, y también de Taiwán, un país amigo cuya ubicación, sumada a los reclamos de Pekín sobre su territorio, implican riesgos para una industria estrechamente vinculada a la seguridad nacional estadounidense. Los microchips son un componente tecnológico indispensable para infinidad de productos, desde sofisticados sistemas de defensa hasta teléfonos celulares.

Costa Rica, por su parte, ha desarrollado una industria tecnológica a partir del arribo de Intel, durante la administración Figueres Olsen. La empresa sirvió de centro de gravedad para la aglomeración de otras industrias de avanzada y el país respondió con una expansión de su oferta de recursos humanos. Hoy, como es bien sabido, los instrumentos médicos superan en mucho los productos agrícolas tradicionales en la lista de bienes exportados.

La confluencia de ambas circunstancias sirvió de base a Farah Stockman, miembro del consejo editorial de The New York Times, para preguntar, con algo de exageración, si nuestro país podría convertirse en el Valle del Silicio de Latinoamérica. Los procesos de investigación y desarrollo del corazón de la industria tecnológica norteamericana exigen recursos financieros y humanos difíciles de alcanzar, pero, sin hipérbole, Costa Rica podría ser una gran beneficiaria del reacomodo de la cadena de abastecimiento estadounidense.

No estamos solos en la pretensión. Estados Unidos ya destinó $13 millones a la capacitación de personal en nuestro territorio con la ayuda de la Universidad de Arizona, pero Panamá también se ha visto favorecida y, según el artículo citado, la República Dominicana está en fila para participar. Bien podríamos llevar la delantera, pero no hay razones para dormir en los laureles.

Stockman asistió, junto con la representante comercial Gina Raimondo y la jefa del Comando Sur, general Laura Richardson, a un encuentro en un hotel josefino con el presidente Rodrigo Chaves y representantes de la industria tecnológica. Según la periodista, el mandatario prometió incentivos tributarios, ausencia de trámites excesivos y electricidad generada en un 99 % con fuentes renovables.

El país ha resistido reiterados intentos de diversos sectores por reducir los incentivos fiscales incorporados desde hace décadas a su estrategia de atracción de inversiones. Las tentativas nunca llegaron lejos, y esa es una demostración convincente del compromiso nacional con el esquema vigente y de la comprensión de su importancia para competir con otros países que ofrecen ventajas tributarias.

No obstante, la tramitomanía goza de buena salud, pese a los programas anunciados por esta y otras administraciones. Costa Rica ha llegado a conceder un puesto en el gabinete a los encargados de salvarnos de la maraña burocrática, pero el éxito ha sido elusivo. Lograrlo sería una magnífica noticia para la atracción de inversión extranjera y también para la actividad económica local, sin menospreciar el efecto benéfico sobre la calidad de vida del ciudadano común.

En cuanto a la generación de energía renovable, hemos experimentado un retroceso notorio y la falta de inversión en fuentes limpias conspira con el cambio climático para impedir augurios de un futuro mejor. El costo de la electricidad es una de las desventajas locales más citadas por industriales y promotores de inversiones.

Pero el pleno aprovechamiento de las nuevas oportunidades exige, también, ampliar y profundizar la formación de recursos humanos. La educación debe mejorar a pasos agigantados y el ministerio del ramo no puede seguir postergando el reemplazo de los programas de informática cancelados el año pasado, tras la ruptura del convenio con la Fundación Omar Dengo.

Otro tanto podría decirse de la transición hacia un nuevo esquema de atracción de inversiones después del cese de los acuerdos con la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde). Los estadounidenses quieren encontrar nuevas sedes para una parte significativa de su producción tecnológica, pero las empresas deben ser convencidas de las razones para escoger a nuestro país y no a otros. La oportunidad toca a la puerta. Para abrirla de par en par, es preciso reconocer y completar con rapidez las tareas pendientes.