Editorial: La incontestable emergencia climática

Un nuevo informe internacional revela la magnitud y consecuencias del calentamiento global. El impacto será peor durante los próximos 30 años, pero es posible frenarlo con decisiones dramáticas.

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El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) emitió el lunes un demoledor informe sobre la aceleración y devastador efecto del calentamiento global. Desde el reconocido prestigio de sus integrantes, el vasto acervo de sus investigaciones, la solidez de sus hallazgos y la seriedad de sus predicciones, el mensaje que el documento envía es contundente e insoslayable: a menos que la humanidad actúe con una ambición y seriedad hasta ahora ausentes para atacar las causas del fenómeno, el futuro será, simplemente, catastrófico. Todos sufriremos las consecuencias.

Ante revelaciones tan incontestables, es hora de hacer a un lado las promesas huecas o las posturas propagandísticas. En su lugar, se impone que todos, pero en particular los mayores emisores de gases con efecto invernadero, presionen hasta lo más profundo el acelerador de las decisiones para disminuir drásticamente las emanaciones de dióxido de carbono y metano, principales generadores del cambio climático.

De los múltiples hallazgos y estimaciones de este informe —que siempre tienden a ser conservadoras— son particularmente reveladores los siguientes:

1. La responsabilidad por el creciente calentamiento global es de los seres humanos, no de ciclos climáticos ajenos a su influencia. Esto huelga reiterarlo, pero es necesario hacerlo, en vista de la actitud negacionista de algunos sectores interesados alrededor del mundo.

2. Aunque, hipotéticamente, cesaran de pronto las emisiones producidas por combustibles fósiles y otras fuentes, como la industria pecuaria, su efecto acumulado ha sido tal que el calentamiento continuará intensificándose y causando graves estragos durante los próximos 30 años, es decir, si devastadores han sido una serie de eventos climáticos recientes, debemos prever otros aun peores y más frecuentes.

3. Si, como es urgente, los países comenzaran de una vez a reducir drásticamente sus emisiones, el calentamiento global es probable que en las próximas dos décadas supere en 1,5 grados centígrados las temperaturas promedio del siglo XIX. A esos niveles, los peligros climáticos crecerán de forma considerable, entre ellos, mayores olas de calor, creciente aumento en el nivel del mar, deterioro de las formaciones coralinas, sequías e inundaciones más severas, y la desaparición de especies vegetales y animales.

4. Peor aún será si se incumple esa meta. Cada grado, o fracción, de incremento en las temperaturas globales tendrá un efecto compuesto sobre el planeta, y es posible que, en muchos casos, el deterioro alcance un punto de no retorno.

5. Una acción drástica, rápida y generalizada para reducir las emanaciones podría limitar el calentamiento a partir del 2050, impedir que supere los 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales e, incluso, reducirlo ligeramente.

En síntesis, vendrán tiempos peores, no importa que hagamos, pero los impactos serán absolutamente catastróficos e irreversibles si, por irresponsabilidad, abatimiento, oportunismo o miopía, postergamos la acción profunda que se necesita. Literalmente, cada día cuenta.

Las soluciones no serán mágicas. Necesitarán decisiones políticas de gran valentía y visión, de las que ningún país puede escapar, pero en las que tienen particulares responsabilidades China, Estados Unidos, la India, la Unión Europea, Canadá, Rusia, Australia y otros grandes emisores y productores de combustibles fósiles. El futuro del planeta o será ambientalmente responsable o no será. Nuestro deber se dirige, particularmente, a las nuevas generaciones. De no actuar ahora, ellas serán las grandes víctimas de lo que hicimos, o dejamos de hacer, sus predecesores.

El mensaje para nuestro país es que no solo debemos seguir, sino ojalá acelerar, la ruta hacia una economía neutra tanto en las emisiones de carbono como las de metano. Es posible conciliar progreso con buen ambiente; desarrollo local con responsabilidad global. Más aún, dinamizar esta ruta antes que otros generará promisorios beneficios. Pero, como en la escala internacional, también en la nacional requeriremos políticas visionarias, integrales y sólidas. Y responsabilidad de quienes deben impulsarlas.