Editorial: Fuerte caída de la actividad económica

La disminución más fuerte, un extraordinario 59,5 %, se observa en hoteles y restaurantes

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El Banco Central publicó el comportamiento a junio del índice mensual de actividad económica (IMAE), un indicador aproximado del desempeño de la economía. Los resultados, adversos todos, confirman lo observado en los negocios. Por cuarto mes consecutivo, el IMAE reflejó una contracción. La variación interanual de junio fue del -7,4 %, y si esa tendencia continuara, la caída anual de la actividad económica superaría el 26 %.

La pandemia de la covid-19 y el cierre de actividades decretado por las autoridades sanitarias para controlarla explican buena parte del resultado adverso. Si bien todas las áreas de actividad económica experimentaron caídas respecto a junio del año pasado, no todas sufrieron por igual. Las más afectadas fueron la comercial y la de transportes, con caídas del 16 % y el 28 %, respectivamente. Pero la disminución más fuerte, un extraordinario 59,5 %, se observa en hoteles y restaurantes.

En el comercio se dio una baja significativa en las ventas de electrodomésticos, autos y combustibles, la cual quedó parcialmente compensada por la colocación de productos farmacéuticos y de limpieza. La construcción prácticamente se mantuvo estática, pues decreció solamente un 0,3 % y es la única actividad con una ligera reactivación durante la pandemia. La agricultura también mostró una caída relativamente baja (1,3 %), en parte por menos demanda de carne para restaurantes. Sin embargo, en junio, la exportación de banano y piña mostró un considerable aumento.

La actividad de las empresas instaladas en zonas francas, cuya producción se exporta, también se vio afectada por la emergencia sanitaria, pues la demanda externa de algunos implementos médicos, como catéteres, implantes y equipos de transfusión, cayó de manera significativa.

La situación económica es sumamente difícil, pues la pandemia afecta a todos los países, entre ellos a nuestros principales socios comerciales —Estados Unidos y la Unión Europea—, y las medidas de contención durante el período observado llevaron a la cancelación de los vuelos internacionales. La reducción violenta de la actividad económica contribuyó a acrecentar el desempleo y la pobreza, mermó la recaudación fiscal, agravó el déficit y agrandó el endeudamiento del Gobierno Central.

En consecuencia, es necesario abrir cuidadosamente la actividad económica para, bajo estrictos protocolos sanitarios (distanciamiento social, uso de mascarillas, higiene), retomar cuanto antes la senda de la recuperación mientras crean la vacuna que aleje, ojalá de una vez por todas, el virus causante de la covid-19, que tiene hincadas a las economías del mundo y ciertamente a la costarricense.

Los hoteles y restaurantes, y quienes dependen de ellos, podrían reactivarse mediante un programa de incentivos para el turismo nacional, pues la recuperación del turismo extranjero, tan buen generador de divisas, tardará algún tiempo. Los estímulos temporales adoptados para suavizar el efecto económico de la pandemia (por ejemplo, la posposición del pago del impuesto sobre el valor agregado) son vitales, pero las prórrogas concedidas por muchos intermediarios financieros ya cesaron. No obstante, mientras la actividad económica no dé signos de recuperación sostenible, será necesario considerar la posibilidad de extenderlas hasta donde sea posible sin lesionar las finanzas públicas ni la solidez del sistema financiero.

Para evitar que la deuda del gobierno y su carga de intereses se torne explosiva, es necesario profundizar en los ajustes del gasto público, en particular las remuneraciones y compra de bienes y servicios. El país no podría soportar dos trimestres más de resultados adversos como el del terminado en junio de este año.