Editorial: El ejemplo noruego

Noruega es ejemplo de aprovechamiento de la energía limpia en su territorio, además de líder en otras prácticas ambientales, pero la exportación de petróleo es una contradicción insalvable

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Nuestro gobierno proclama a Noruega “campeona del mundo” en el aprovechamiento de recursos naturales en armonía con el medioambiente. Por eso acudió a las autoridades de ese país para asesorarse sobre la posible exploración del subsuelo para determinar la presencia de combustibles fósiles.

Entre la extracción de esos combustibles y la armonía con el ambiente hay una contradicción insalvable. Por eso la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28) concluyó, el 13 de diciembre, con un acuerdo proclamado como “el inicio del fin” de la era del combustibles fósil. Está por verse si las buenas intenciones se materializarán, pero la declaración equivale a un rotundo rechazo de la extracción de hidrocarburos “en armonía con el medioambiente”.

Noruega, no cabe la menor duda, es ejemplo de aprovechamiento de la energía limpia y renovable en su territorio, además de líder en otras prácticas ambientales. Recicla el 97 % de las botellas plásticas para bebidas, sus pobladores utilizan transporte público, bicicletas y autos eléctricos. El 54 % de los vehículos vendidos el año pasado no producen emisiones y, el año entrante, los autos de combustión desparecerán de las agencias por mandato legal.

El país entregó $1.000 millones a Brasil para frenar la deforestación y financiará un programa similar en Indonesia. Invierte enormes sumas en investigación y desarrollo de energías alternativas, como la eólica, y hace significativas contribuciones a la tecnología de captura y almacenamiento de carbono, pero esos avances se financian con la exportación de crudo, a cuya merced Noruega ha acumulado más de un millón de millones de dólares en su fondo soberano.

Lejos de proclamarla “campeona”, publicaciones de todo el mundo la califican de hipócrita. Candil de la casa y oscuridad de la calle, para ajustar el refrán a las circunstancias, invirtiéndolo. El petróleo extraído por Noruega emite gases de efecto invernadero no importa dónde se queme y la contaminación exportada, si bien mantiene fresco el aire de Oslo, contribuye al calentamiento global.

Oslo se declara comprometido con la transición hacia las energías renovables y protesta su apego a los acuerdos internacionales, cuyos textos fijan metas por cumplir dentro del territorio de cada Estado. En consecuencia, dice Noruega, las emisiones producto del consumo de petróleo y gas exportado se contabilizan en el marco de las metas y compromisos de los importadores.

James Hansen, profesor de la Universidad de Columbia especializado en cambio climático y excientífico de la NASA, señaló las contradicciones en una carta del 2015 a la entonces primera ministra Erna Solberg. Luego de reconocer los aportes de Noruega, el catedrático lamentó que esos avances sean negados y derrotados por la insistencia en la explotación petrolera.

El académico calificó de absurdo hablar de una “transición verde” mientras continúa la búsqueda de hidrocarburos. Dejar los recursos intactos sería un acto de liderazgo para los anales de la historia mundial, escribió Hansen en la carta abierta, difundida en todo el mundo.

Costa Rica podría emprender el camino de Noruega, sin las enormes reservas probadas de ese país ni sus contribuciones a la transición energética, pese a la exportación de combustibles fósiles a otras naciones. Los nórdicos, por otra parte, ya están insertos en el mercado internacional y su producción coadyuva a estabilizar precios y suplir los recortes de suministro ruso a Europa según convenga al régimen de Vladímir Putin. Nuestro país carece, también, de esa justificación.

Estamos, en cambio, entre las naciones más amenazadas por el cambio climático y necesita autoridad moral para elevar la voz a favor de mejores prácticas. Nuestra oferta al mundo, tanto en turismo como en manufactura, se fundamenta en buenas políticas ambientales y la preocupación por la naturaleza. Es indispensable ponderar la rentabilidad de caer en contradicciones.