Editorial: El costo de ignorar a la ciencia

Los bosques de la Amazonia perdieron 9.216 km2 entre agosto del 2019 y julio del 2020, porque el gobernante de Brasil no cree en el cambio climático, y el país registraba este sábado 446.309 muertes por covid-19, una ‘gripezinha’, según Jair Bolsonaro.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La Amazonía brasileña perdió en abril 580,55 kilómetros cuadrados a causa de la deforestación, pese a las recientes y tardías promesas del presidente, Jair Bolsonaro, de frenar la destrucción. El mandatario no cree en el cambio climático y tampoco en la amenaza del coronavirus. Por ambos desvaríos, su país y el mundo pagan un altísimo precio.

Brasil está entre los países más afectados por la pandemia de covid 19. La descontrolada propagación del virus SARS-CoV-2 en su territorio dio pie al surgimiento de una nueva variante, más amenazante. Naciones vecinas, como Uruguay, donde el manejo sanitario había sido ejemplar, sufren debido a serios brotes de infección.

De la misma forma, el menosprecio del presidente por la naturaleza priva a Brasil de una riqueza extraordinaria y contribuye a agudizar la crisis climática mundial. Bajo presión de la opinión pública internacional, Bolsonaro ofreció poner límite a la destrucción de la Amazonia, pero la superficie deforestada el mes pasado es un 42,5 % superior a la de abril del 2020. Igual había sucedido en marzo, comparado con el mismo mes del año anterior. Entre agosto del 2019 y julio del 2020, los bosques perdieron 9.216 kilómetros cuadrados.

El presidente —dijo su exministro de Salud Luiz Henrique Mandetta ante una comisión investigadora del Senado— ignoró reiteradas advertencias sobre los peligros de su respuesta acientífica a la pandemia. No obstante los buenos consejos, pasó por alto el riesgo para decenas de miles de vidas. De acuerdo con el mapa de situación de la Universidad Johns Hopkins, Brasil registraba este sábado, 22 de mayo, 446.309 muertes por covid-19. El exministro atribuyó directamente a la conducta del mandatario una contribución significativa a una tragedia innecesariamente grande.

Lo mismo puede decirse de la obstinada resistencia al conocimiento científico sobre el cambio climático y el papel de la Amazonia en la defensa del planeta. Nuevamente, en este caso, Jair Bolsonaro contribuye a agrandar la tragedia de su país y el mundo, no por falta de información, sino por utilitarismo mal entendido. Un estudio publicado por la revista Nature Climate Change sostiene que la Amazonia brasileña emitió en la última década más carbono del que absorbió, lo cual invierte su equilibrio tradicional.

La deforestación provee materia prima para los aserraderos y despeja espacios para la actividad agropecuaria. Comparar la covid-19 con una gripezinha, como lo hizo al inicio de la pandemia, le permitió evadir la adopción de medidas sanitarias aplicadas en todo el planeta, no obstante sus terribles efectos en la economía.

Para Bolsonaro, su política es de «apertura comercial» de la Amazonia. El rechazo al distanciamiento físico y al cierre de actividades, por otra parte, es política económica más que sanitaria. Los ambientalistas son un «cáncer» y Mendetta, un funcionario merecedor del despido sin contemplaciones. Insistir en la ciencia es provocar su ira.

La investigación del Senado explota el enojo popular por las consecuencias del mal manejo del coronavirus y tiene el claro propósito de impedir la reelección de Bolsonaro el año entrante. Haciendo a un lado las motivaciones políticas, existen idénticas razones para examinar la conducta del mandatario frente a la destrucción de la Amazonia.

Independientemente del trabajo de los legisladores brasileños, el mundo no debe olvidar las repercusiones de las políticas de Bolsonaro fuera del territorio del gigante suramericano. La presión internacional y el nuevo liderazgo del presidente Joe Biden en materia climática extrajeron del mandatario la promesa, incumplida, pero formulada públicamente, de frenar la destrucción de la Amazonia. La presión de grandes cadenas de supermercados y productores alimentarios de la Unión Europea y el Reino Unido, dispuestos a boicotear los productos brasileños, podría rendir frutos todavía mejores.

El mundo no debe ser indiferente a los gobernantes de todo signo dispuestos a distorsionar la ciencia en nombre de su concepto del progreso, sin importar las consecuencias, trágicas en demasiados casos.