Editorial: Buena decisión del ICE

Urge sustituir la red de cobre por fibra óptica para seguir ofreciendo el servicio de telefonía fija a un costo razonable, pero como voz sobre IP

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La red de telefonía fija, operada en monopolio por el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), es una fuente de pérdidas constantes desde el 2015. Además, van en aumento porque no atrae clientes nuevos y más bien los pierde —las nuevas generaciones parecen conformarse con el celular—, mientras, el costo de mantenimiento de la tecnología obsoleta es cada vez mayor.

La red consiste en miles de kilómetros de cables de cobre, que conectaban a todos los hogares y lugares de trabajo (ahora, a casi todos), con centrales telefónicas profundamente desfasadas, pues la obsolescencia no es solo de la tecnología, sino también del modelo de comunicación empleado, la conmutación de circuitos en vez de enrutamiento de paquetes.

Hace poco, informamos sobre el deseo del ICE de aumentar la tarifa del servicio para reducir las pérdidas. No es una buena decisión, ya que el frío no está en las cobijas y nunca lo ha estado. La solución correcta es sustituir el cobre por fibra óptica para seguir ofreciendo el servicio de telefonía fija a un costo razonable, pero como voz sobre IP. Hace bien el ICE al decir que nadie se quedará sin servicio, pero el tiempo es el factor crucial. El cambio despacito, al ritmo acostumbrado en el sector público, sería un grave error, puesto que las pérdidas continuarán inexorablemente. Reemplazar el cobre por fibra debe efectuarse lo más rápido y barato posible. El costo para el usuario no deberá aumentar, aunque la facturación sí se incremente debido a los nuevos servicios brindados a partir de la fibra y, en eso, la imaginación es el límite.

Los dos factores que más afectan el costo de la red de fibra son si la fibra viaja de forma aérea o subterránea, y el porcentaje de penetración (uptake, en inglés). Instalar fibra aérea es más barato, aunque en lugares donde impera el clima inclemente y estándares elevados de estética urbana debe colocarse por debajo de la tierra. Cuanto mayor sea la penetración, más barata será en términos de localidad instalada, pues una cuadrilla encargada de colocarla en todo un barrio es mucho más productiva que ir a buscar la casa de un cliente y luego la del próximo solicitante del servicio. Nadie en su sano juicio se negaría a tener fibra. Este material mejora el servicio telefónico, porque no sufre a causa de la humedad como sí pasa con el cobre, y abre la oportunidad de disfrutar muchos y mejores servicios en el futuro, entre estos, internet, televisión, videoseguridad, etc.

De esta forma, si se instala fibra aérea, ojalá reemplazando la enorme cantidad de alambres en nuestros postes, por uno o dos cables de fibra, y se coloca en todos los hogares y lugares de trabajo, se logrará que el costo unitario sea menor y se acelerará la cobertura. Por consiguiente, será posible apagar la red de cobre lo antes posible.

Si se contara con unos 2.500 técnicos debidamente capacitados —¿por el INA?—, se enviaran en cuadrillas de cinco y cada cuadrilla atendiera diez localidades diarias, es decir, 5.000 al día y 25.000 a la semana, la red nacional estaría lista en un año.

Una red en todo el país tendría un costo cercano a los $550 millones, pero, si se hace rápidamente, el apagón de la red de cobre generaría ahorros de más de $100 millones anuales. La fibra óptica tiene una vida útil de 15 años o más. No es una inversión necesitada de muchos estudios o deliberaciones. Es necesaria y urgente. Si el ICE no puede hacer la inversión, debe explorar la posibilidad de una alianza con un proveedor dispuesto a invertir y esperar 10 años para recuperar su inversión.

Es preciso hacerlo por el bien del ICE, porque eliminaría una pérdida constante y creciente, y por el bien de todos los ciudadanos, porque el resultado sería un país conectado por parejo, y se eliminaría gran parte de las brechas digitales. Tendríamos una infraestructura digital como en las naciones del primer mundo.