Editorial: Ayuda humanitaria para Venezuela

Maduro debe dejar de interponerse entre el pueblo desesperado y la asistencia internacional. La movilización ciudadana impulsada por el presidente Guaidó será clave para romper el cerco.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La crisis humanitaria en Venezuela es real, indignante y galopante. Sus habitantes la sufren, el mundo democrático la reconoce y gran cantidad de países han comprometido ayuda para paliarla. Pero el dictador Nicolás Maduro la niega y rechaza como “limosnas” indignas que el pueblo reciba alimentos y medicinas indispensables para aliviar su crítica situación. Para el presidente sin apoyo ni legitimidad, pero aún con armas, lo que importa es mantenerse en el poder, aunque sea a costa de la miseria, la escasez, la criminalidad, la degradación, el hambre y la desnutrición; aunque el éxodo de sus compatriotas haya adquirido dimensiones casi bíblicas y aunque cada día se anuncien muertes por falta de medicinas o alimentos.

¿Cuánto podrá mantener esta determinación, contraria a todo asomo de solidaridad? No lo sabemos, pero se acerca una fecha cuando la capacidad del régimen para interponerse entre la gente desesperada y la solidaridad internacional será puesta a prueba.

Juan Guaidó, el presidente reconocido por el pueblo, la Asamblea Nacional y casi 50 naciones democráticas, ha anunciado que el 23 de este mes las raciones de emergencia proporcionadas por el gobierno de Estados Unidos, y almacenadas en bodegas de Cúcuta, ciudad fronteriza en Colombia, comenzarán a fluir hacia Venezuela a través del puente binacional de Tienditas. Su expectativa es que las fuerzas armadas acojan su llamado y retiren las barreras colocadas para impedir el paso. De no suceder así, una caravana de voluntarios se encargará de ir a recoger la ayuda. Según declaró, más de 250.000 personas se han inscrito para participar en la operación.

¿Qué sucederá si los militares se niegan a dejarlos pasar y los voluntarios no obedecen? Las perspectivas de una confrontación sangrienta son perturbadoras; la posibilidad de que impere la fuerza civil, esperanzadora.

Además de su desdén declarado por las “limosnas”, Maduro aduce que tras la ayuda se esconde un plan de intervención armada estadounidense. De este modo, como ha sido su línea retórica constante, pretende reducir la tragedia humanitaria a un conflicto entre el “imperio” y la “revolución”. Lo que esconde, entre otras muchas cosas, es que, aunque Estados Unidos se adelantó en el envío de paquetes de alimentos y suministros médicos a Colombia y Brasil, no es el principal proveedor de asistencia.

Lo anterior quedó de manifiesto el jueves, en la Conferencia Mundial sobre la Crisis Humanitaria en Venezuela, celebrada en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington. La ayuda estadounidense alcanza $20 millones, pero es superada por los $40 millones de Canadá, los 30 millones de euros de la Unión Europea y los 20 millones de euros de Alemania. A ellos se suman otros aportes muy significativos de países y organismos internacionales.

Desde hace mucho tiempo, el régimen chavista-madurista ha utilizado los alimentos y medicinas para controlar al pueblo. La venta de unos pocos y escasos alimentos a precios subsidiados solo beneficia a los poseedores de tarjetas de identidad biométricas, identificados como seguidores reales o potenciales. El resto de la población se queda al margen, pero incluso el suministro oficial es cada vez más raquítico. Por algo, según datos del gobierno de Guaidó, la vida de 300.000 venezolanos está en severo riesgo por falta de alimentos y medicinas.

Si el presidente legítimo, apoyado por los ciudadanos y la comunidad internacional, consigue romper el cerco y realmente distribuir la ayuda, el efecto benéfico sería doble: el de más repercusión, en lo inmediato, aliviar la crisis; el más significativo, políticamente, romper el monopolio de la dictadura sobre la distribución de alimentos y medicinas. Lo que se juega, por esto, es mucho. Esperamos que el próximo sábado 23 se impongan la solidaridad, la esperanza, la valentía y la sensatez, incluyendo la de los militares.