Editorial: Aumenta la intolerancia en el mundo

La fórmula para combatir la intolerancia es la educación en derechos humanos, pero mientras existan fanatismos e intereses espurios, el odio seguirá echando raíces. Como aliada del odio, lamentablemente, está la tecnología porque permite reclutar, entrenar y coordinar actos terroristas en forma remota.

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Viejos conflictos mantienen vivo el odio y nuevos antagonismos crean rencores. La fórmula para combatir la intolerancia es la educación en derechos humanos, pero mientras existan fanatismos e intereses espurios, el odio seguirá echando raíces.

La guerra en Siria entra en su noveno año con 370.000 muertos hasta ahora, decenas de miles de detenidos y desaparecidos, y el desplazamiento de 11 millones de los 22 millones de habitantes. Trece países han bombardeado el territorio, en apoyo de un lado u otro.

En Yemen se lleva a cabo una “limpieza geográfica” desde el 2011. Más de 6.800 civiles han muerto, 10.700 han resultado heridos desde marzo del 2015 y 8,5 millones no tienen comida. La hambruna es tan severa que 400.000 menores de cinco años corren el riesgo de morir y los militares impiden el aprovisionamiento de alimentos y medicinas.

Las migraciones desde estos dos países de Oriente Próximo y de África han dado como resultado la utilización de todo ese dolor humano para acumular caudal político en naciones como Alemania, donde Alternativa para Alemania (AfD), de extrema derecha, es conocido por su xenofobia, sus creencias antiislamistas y su movimiento identitario.

Después de las elecciones del 2017, es el tercer partido más grande del país y el primero de extrema derecha en ingresar al Bundestag en seis décadas.

Más recientemente, Vox, que acaba de ganar 24 escaños en el Congreso de los Diputados de España, utilizó frases misóginas e islamófobas para subir en las encuestas.

El Parlamento Europeo votó en el 2013 a favor de retirarle la inmunidad a la francesa Marie le Pen, por incitación al odio. Tres años antes había comparado el rezo de la comunidad musulmana en Francia con la ocupación de su país durante el régimen nazi. “Hace unos 15 años fue el velo; luego vino el burka y ahora las oraciones de los musulmanes en la calle”, manifestó en aquella ocasión. Su padre, Jean-Marie Le Pen, llegó a calificar las cámaras de gas nazis como un “detalle” de la historia.

Aun así, la líder del Frente Nacional fue respaldada por 10,6 millones en las elecciones de mayo del 2017 y su discurso, junto con el de otros de igual ideología, enfocado en la amenaza terrorista y “la crisis de refugiados”, es parte de la discusión predominante en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Como aliada del odio, lamentablemente, está la tecnología porque permite reclutar, entrenar y coordinar actos terroristas en forma remota, incluso transmitir el horror en tiempo real, como fue el caso en Nueva Zelanda, el viernes 17 de marzo. Un australiano ultraderechista islamófobo asesinó a 50 personas en dos mezquitas y transmitió en directo mediante una cámara adherida a su cuerpo. El mundo entero fue testigo de la matanza y ni los ingenieros de Facebook fueron capaces de detener la emisión. Cada segundo eliminaban un video y en otro lugar del mundo alguien volvía a publicarlo. La víctima más joven del suceso fue un niño de tres años cuyo rostro se vio a escala internacional poco antes del disparo. La masacre fue calificada como la más letal desde la de Noruega en el 2011.

El mensaje del líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi, después de los atentados en Sri Lanka, el Domingo de Pascua, fue difundido en Internet por la red de medios Al Furqan. La acción terrorista contra tres iglesias católicas y varios hoteles dejó un saldo de 253 víctimas mortales y cientos de heridos. La mayoría de ellos civiles esrilanqueses.

El mundo apenas se recuperaba de ese choque emocional cuando un joven de 19 años ingresó el 28 de abril en una sinagoga en San Diego, California, y disparó contra los congregados. Mató a una mujer e hirió a dos adultos y a un niño de 8 años.

Entre el sábado 4 y el domingo 5, los terroristas de Hamás y la Yihad Islámica dispararon más de 600 proyectiles desde la Franja de Gaza contra la población civil israelí, un conflicto sin ganadores mientras se imponga el odio sobre el diálogo.

Donald Trump, enemigo declarado de los migrantes latinoamericanos, no ceja en su intención de construir un muro, y durante la campaña del 2016 su machismo quedó al descubierto. Jair Bolsonaro y su hijo el diputado Eduardo, en Brasil, ni siquiera se sonrojan cuando ofenden a las mujeres y a los homosexuales.

Costa Rica no escapa de la manifestación de discriminación, xenofobia y aporofobia. Un diputado liberacionista anunció la presentación de un recurso judicial para obligar a la Fuerza Pública a cobrar $100 a los extranjeros que se encuentren de forma irregular en suelo nacional. Los foráneos que podrían ser multados no son quienes se hospedan en mansiones u hoteles cinco estrellas; el brazo corto de nuestra ley no llega hasta ahí.

Hoy, más que nunca, el mundo debe repensar el significado de la tolerancia porque las diferencias no desaparecerán de la noche a la mañana. Todos debemos estar preparados para afrontar los desafíos de la forma más humana posible y derribar los muros mentales.