Editorial: 200 días de clases podrían ser buena idea

Mediciones internas e internacionales apuntan al bajísimo rendimiento de la educación costarricense, no importa el mayor número de días lectivos. Ojalá Costa Rica pudiera probar en algún momento los efectos del curso lectivo de 200 días con enseñanza de calidad, pero hoy no puede presumir de lo uno ni de lo otro.

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El Ministerio de Educación Pública (MEP) no sabe si el aumento del curso lectivo en 23 días, aplicado a partir de 1998, resultó eficaz. Los efectos del 14 % de aumento del salario base de los educadores para compensar la ampliación del calendario a 200 días están más allá de toda duda, pero no los resultados educativos.

Mediciones internas e internacionales apuntan al bajísimo rendimiento de la educación costarricense, no importa el mayor número de días lectivos. Los críticos de la extensión del calendario alegan agotamiento de alumnos y profesores a consecuencia de los 23 días adicionales. Pero los resultados no eran mejores en el pasado, cuando el curso constaba de 177 días y había mayores oportunidades de descanso.

Además, países con cursos superiores a 177 días se sobreponen al pretendido cansancio y sus alumnos demuestran mucho mejor rendimiento en las pruebas internacionales. Desechada la hipótesis del cansancio inhabilitante, es difícil creer que 200 días de educación de calidad no son mejores que 177. Es más fácil imaginar que 200 días de mala calidad educativa den prácticamente lo mismo que 177.

Ojalá Costa Rica pudiera probar en algún momento los efectos del curso lectivo de 200 días con enseñanza de calidad, pero hoy no puede presumir de lo uno ni de lo otro. Las observaciones del prestigioso Estado de la Educación en 118 aulas donde se impartía Matemáticas a alumnos de noveno año en el 2017 encontraron un desperdicio hasta del 40 % del tiempo asignado para las lecciones.

Regaños, anuncios y otras distracciones consumen el equivalente a unas 18,5 semanas de lecciones según el Sexto Informe del Estado de la Educación. Solo el 6 % de las clases observadas comenzaron sin retraso, el 45 % se demoró entre 1 y 5 minutos, el 31 % entre 6 y 10 minutos y el 18 % sufrió atrasos de más de 10 minutos.

“El principal hallazgo de la observación fue que en las 118 aulas existe un importante desperdicio de tiempo lectivo en actividades no relacionadas con el aprendizaje; además, las actividades de gestión del aula consumen un porcentaje excesivo de tiempo. El grado varía entre docentes y estudiantes”, dice el informe.

El ausentismo, los congresos de educadores, diversas actividades extracurriculares y hasta la ocasional huelga contribuyen a disminuir el tiempo lectivo sin mencionar siquiera la “tradición”, instaurada desde la ampliación del calendario a 200 días, de dedicar las últimas dos semanas a labores administrativas relacionadas con documentación, notas, registros electrónicos y, en el mejor de lo casos, trabajo con estudiantes aplazados. Algunos docentes solo se presentan para cumplir con el horario.

En total, los alumnos de noveno deberían recibir 252 lecciones de Matemáticas, pero el Estado de la Educación les resta 30 lecciones dedicadas a exámenes y congresos, 56 empleadas para actividades extracurriculares (actos cívicos, reuniones de profesores), 13 desperdiciadas por impuntualidad y 42 por tareas ajenas al aprendizaje. En total, las lecciones efectivas son 111.

Según Guiselle Cruz, viceministra académica, los 200 días de curso lectivo deben ser sometidos a evaluación. En efecto, el Ministerio debe procurar conocimiento preciso de lo sucedido a partir del cambio operado en 1998, pero es indispensable comenzar por preguntarse si los 200 días de clases existen, no sea que se les aplique la ingeniosa respuesta atribuida a Mahatma Gandhi cuando se le invitó a dar su opinión sobre la civilización occidental: “Creo que sería una buena idea”.