Discusión mejor informada

Un estudio del proyecto geotérmico Pailas II descarta un impacto ambiental fuera de los cinco metros de margen dejados alrededor de las plataformas donde se instalaron los equipos

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La Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA, por sus siglas en inglés) financió un estudio para medir el impacto ambiental del proyecto geotérmico Pailas II, en las proximidades del Parque Nacional Rincón de la Vieja, en Guanacaste. La investigación, a cargo de expertos de la Universidad de Pensilvania, duró tres años y exigió la recolección y estudio de cientos de miles de insectos. El material recolectado fue enviado al Centre for Biodiversity Genomics de la Universidad de Guelph, en Canadá.

Los atestados de los participantes, desde el proveedor de financiamiento hasta los analistas de laboratorio y los científicos encargados, acreditan la seriedad del trabajo y sus conclusiones. Fundamentalmente, el estudio descarta un impacto ambiental del proyecto fuera de los cinco metros de margen dejados alrededor de las plataformas donde se instalaron los equipos.

Aun en esa área reducida, el impacto se podría mitigar mediante la siembra de árboles para proveer sombra, pero lo importante es la preservación del bosque en una zona ecológicamente sensible donde los ecosistemas de altura se conectan con los de la costa. El hallazgo es importante porque biólogos y ambientalistas habían expresado preocupación por una posible ruptura de esa conexión.

Daniel Janzen, investigador de la Universidad de Pensilvania, describió el impacto como localizado y análogo al efecto natural de los derrumbes causados en la zona de Miravalles por el huracán Otto. El bosque, más allá de las plataformas, no ha sufrido por el desarrollo del proyecto geotérmico.

La investigación no se hizo por los medios tradicionales aplicados a la evaluación de impacto ambiental. En lugar de estudiar a las aves y pequeños mamíferos, los científicos centraron su atención en los insectos. Por su abundancia, las poblaciones de insectos brindan valor estadístico y el corto ciclo de vida permite medir el impacto ambiental en poco tiempo. Además, los insectos, por lo general, no hacen grandes migraciones y eso facilita el monitoreo científico.

Constatado el escaso impacto ambiental del proyecto, los demás beneficios de esa fuente de generación eléctrica se agigantan. En un país tan rico en recursos geotérmicos como Costa Rica, la explotación de esa riqueza contribuiría a la independencia energética, ahorraría divisas y evitaría la expulsión de toneladas de carbono cuando el régimen de lluvias exija complementar la generación limpia con la térmica. Eventualmente, el país podría exportar electricidad y contribuir a disminuir la huella ecológica de naciones vecinas.

El principal obstáculo para ese desarrollo no es la falta de recursos. Si el Instituto Costarricense de Electricidad careciera de los medios, el proyecto geotérmico Miravalles III ya demostró la utilidad de esquemas como el BOT ( build, operate, transfer ) es decir, construir, operar y transferir. El proyecto fue construido y operado durante 15 años por un consorcio privado. Vencido el plazo necesario para recuperar la inversión y generar la rentabilidad esperada, las instalaciones pasaron a manos estatales en el 2015. Desde entonces, el ICE posee una planta de 26 megavatios (MW), cuya construcción costó $64 millones y satisface el consumo eléctrico de 60.000 familias.

El obstáculo más importante es la ubicación de los sitios adecuados para explotar la geotermia. Están en las faldas de los volcanes, en terrenos declarados parques nacionales. Las objeciones ecológicas solo pueden ser vencidas con estudios como el ejecutado en Pailas II. Cada proyecto y sus circunstancias son diferentes, pero el estudio financiado por el JICA contribuye a una discusión mejor informada, que no debemos posponer, entre otras importantes razones, por el bien de la ecología. Ninguna fuente de energía limpia sale sobrando.