Devaluación y crecimiento económico

Costa Rica perdió muchas décadas tratando de encubrir los problemas económicos combatiendo los efectos y no las causas

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Don Fernando Naranjo discrepa de las opiniones económicas de La Nación. A estas alturas del debate, es evidente que no vamos a coincidir. Sin embargo, es de interés ahondar en el efecto del ajuste cambiario sobre las principales variables económicas, incluyendo inflación, tasas de interés y crecimiento.

En su opinión, “sin ajuste cambiario no habrá reactivación”. Los hechos, sin embargo, le niegan la razón. Ya la producción se está reactivando sin ningún ajuste, pues la tasa de crecimiento del PIB pasó de un 2,8% real en el 2015 al 4,2% calculado por el Banco Central para este año, y a un 4,5% en el 2017. Basta con mirar la trayectoria del índice mensual de actividad económica (IMAE) para constatarlo. El indicador muestra una aceleración constante desde abril del año pasado, con una variación interanual del 3,6% en términos reales. De mantenerse esa tendencia, será factible lograr las predicciones del Programa Macroeconómico.

Las exportaciones también se están recuperando. Aunque las ventas externas de bienes cayeron un 14% en el 2015 debido a la salida de Intel –que no estuvo vinculada con la apreciación de la moneda– y por algunos fenómenos climáticos, el nuevo Programa Macroeconómico señala que las exportaciones de bienes crecerán un 7,1% este año y un poco más en el 2017 (7,4%). Las exportaciones de servicios, que es el rubro más dinámico de la nueva economía, seguirán creciendo alrededor de un 7%, al igual que lo hicieron el año pasado.

La tasa de crecimiento del PIB se ha debilitado por razones fuera de nuestro control, asociadas principalmente a las secuelas de la crisis económica mundial, que aún no se ha podido superar plenamente. La semana pasada informamos que el FMI rebajó las expectativas de crecimiento de la economía mundial y advirtió que Latinoamérica se enrumba hacia un bajo crecimiento por un período prolongado. Hay otros fenómenos que afectan el crecimiento, como los problemas estructurales de las naciones industrializadas, y la nuestra, y la baja inversión pública por la crisis fiscal.

El fondo de la discusión es si se debe forzar al Banco Central a devaluar. Don Fernando insiste en esa opción. Pero ¿qué garantiza que un ajuste a contrapelo del equilibrio produciría el milagro de la reactivación? Estudios del Banco Central señalan que una devaluación “inducida” o “forzada”, sin responder a cambios en los factores “fundamentales” que determinan el equilibrio, no mejora el crecimiento, pues no resulta sostenible. Si solo bastara devaluar para hacer crecer la producción, el mundo sería mucho más sencillo.

Tampoco le conviene al país, y mucho menos al Banco Central, embarcarse en una carrera desenfrenada de devaluaciones competitivas, a la usanza desacreditada de los años treinta. Organismos internacionales especializados, como el FMI, recomiendan abstenerse de semejante tentación. Devaluar para beneficiar a ciertos sectores produciría efectos secundarios inconvenientes en términos de inflación, en detrimento de otros sectores mayoritarios. Al devaluar, se incrementa el índice de precios por el encarecimiento de los bienes e insumos importados, se provocan presiones salariales y sube el principal de las deudas del Gobierno y empresas. También se altera la sana convergencia lograda entre las variaciones internas del IPC y las correspondientes a los países con que comerciamos. La mayor inflación interna registrada en años anteriores, comparada con la internacional, es una causa principal de la apreciación del colón. El Banco Central debe mantener la convergencia lograda como uno de los principales instrumentos para evitar futuras apreciaciones.

En esta discusión también se ha mencionado que el tipo de cambio no se corresponde con ciertos macroprecios, como las tasas de interés. Creemos que es a la inversa. Son las tasas de interés en colones, tan elevadas en términos reales, las que no se corresponden con las tasas de interés prevalecientes en el mercado internacional. Las altas tasas de interés responden a un sistema financiero poco competitivo y son capaces de estimular entradas financieras de capital y apreciar el colón. Si se devalúa la moneda sin corregir las tasas de interés, no se logran resultados sostenibles; más bien se perpetúa el problema.

Dicho lo anterior, el Banco Central debe auspiciar mayor variabilidad en el mercado cambiario. Ayudaría, entre otras cosas, a mitigar la dolarización, tal como hemos mencionado en más de una oportunidad. Pero comprendemos que es difícil lograrlo cuando el mercado es superavitario. En ese contexto, el error es presumir que el Central impide aumentar el tipo de cambio. Sin el programa de fortalecimiento de divisas (blindaje) posiblemente el tipo de cambio bajaría. Pero, en el futuro, el Banco deberá desligarse del mercado cambiario para permitir que las fuerzas de oferta y demanda determinen el equilibrio.

No nos inclinamos por atacar los efectos de las distorsiones en los mercados –solución simplista e insostenible–, sino las causas. Nunca concordamos con el control de precios para solucionar problemas de inflación por considerar preferible atacar la expansión monetaria cuando causa excesos de demanda agregada. Si el mercado cambiario resulta superavitario por el endeudamiento externo del déficit fiscal, o de empresas y entidades bancarias en el exterior, lo que procede es reducir el déficit y bajar las altas tasas de interés, causantes del problema, y no actuar sobre los efectos. Costa Rica perdió muchas décadas tratando de encubrir los problemas económicos combatiendo los efectos y no las causas. Es hora de empezar a hacer las cosas bien.