Desafortunada coincidencia

Sacar provecho político de la coincidencia entre las elecciones y la partida de dos grandes empresas es irresponsable y lesivo para los intereses del país

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La desafortunada coincidencia entre la celebración de elecciones, el cierre de la planta de manufactura de Intel y la partida del centro de servicio del Bank of America invita a especular sobre un vínculo entre los tres importantes acontecimientos. No existe relación alguna, hasta donde los datos conocidos permiten ver.

Sacar provecho político de la coincidencia no es solo irresponsable, sino también lesivo para los mejores intereses del país. El nuevo gobernante se ha manifestado con claridad sobre el propósito de atraer inversiones y proveer un clima apto para el desarrollo de los negocios. Por su lado, Intel explicó sin ambages las razones de su partida, que es solo parcial, porque conserva en el país importantes operaciones de servicio, ingeniería y desarrollo. Aun más, la empresa contratará a otras 200 personas para completar la planilla de las operaciones que permanecerán en Costa Rica.

Según la compañía, el cierre se debe al deseo de consolidar sus operaciones en Asia, donde están ubicados muchos de sus proveedores y compradores. Las finanzas de Intel han sufrido, en todo el mundo, la tardanza de la empresa en adaptarse a un mercado cada vez más inclinado a los aparatos móviles. El crecimiento en la demanda de esos dispositivos se ha dado a costas de las computadoras cuyo funcionamiento depende de los microchips tradicionalmente fabricados por la compañía.

El anuncio del Bank of America tomó al país por sorpresa ayer y las explicaciones todavía no tienen la profundidad necesaria, pero el cierre simultáneo de operaciones en México y Filipinas apunta a un reajuste propio de la empresa, sin relación alguna con acontecimientos en los países que le dieron albergue.

La Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) atribuye la partida del centro de servicios al cumplimiento de compromisos adquiridos por el banco con el Gobierno de Estados Unidos, cuyo apoyo después de la crisis financiera del 2008 tuvo como contrapartida la promesa de repatriar puestos de trabajo trasladados al extranjero.

Los dos cierres representan duros golpes para la economía nacional. Para comenzar, el país pierde unos 3.000 empleos muy bien remunerados y los proveedores locales de bienes y servicios lamentan la partida de un estupendo cliente. La presencia de ambas compañías contribuía, también, a darnos prestigio como destino para importantes inversiones necesitadas de personal diestro y bien dispuesto para el trabajo.

El centro de servicios del Bank of America, por ejemplo, emplea profesionales especializados en las áreas de tecnologías de la información, contabilidad, finanzas y procesos corporativos. Entre los 1.500 despedidos de Intel hay ingenieros y técnicos de alto nivel.

Otra forma de sacar irresponsable provecho político a los acontecimientos es utilizarlos para disminuir la importancia de la apertura comercial y la política de atracción de inversiones. Existen sectores obtusos, interesados en pregonar un inexistente fracaso de esas políticas, pese a sus evidentes beneficios para el país.

Harían bien en recordar que Intel operó aquí durante 18 años y su presencia contribuyó a atraer importantes emprendimientos en el sector tecnológico, los cuales permanecen en Costa Rica, como las operaciones de servicio, ingeniería y desarrollo de la propia compañía. El país es hoy más rico gracias al paso de Intel y a la permanencia de una importante parte de sus actividades.

La partida de las dos empresas, no obstante la particularidad de sus razones, sí debe hacernos pensar en mejorar la competitividad para procurar sustituirlas y conservar los emprendimientos ya existentes en nuestro suelo. La mejora de la infraestructura en general y el remozamiento de las instalaciones portuarias, la disminución de la tramitología y el abaratamiento de la energía eléctrica son todas indispensables. Por fortuna, figuran de manera prominente en la agenda del nuevo gobierno, según lo ha hecho explícito el presidente electo.