Crisis de refugiados

En semanas recientes, más de 10.000 migrantes al día han arribado a Austria procedentes de Eslovenia para evitar el paso por Hungría

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La lucha armada en Siria dio origen al creciente oleaje migratorio que se estrella contra las costas de Europa. Se ha gestado así una extraña dinámica que, por un lado, estimula la violencia para destronar la dictadura de Bashar al-Asad, afincada en Damasco y sus alrededores. Por otro, el conflicto genera un esfuerzo diplomático para poner fin a este cruento capítulo en Levante.

El viernes se celebró en Viena un encuentro de países involucrados en el affaire sirio. Estados Unidos, Arabia Saudita, Rusia, Irán, Turquía y Alemania encabezan la lista de participantes que agrupa un total de 17 Gobiernos. Estados Unidos y Arabia Saudita abogan por la salida inmediata de Al-Asad, en tanto Rusia e Irán, viejos aliados de Damasco, prefieren una fórmula de eventual retiro. Entre tanto, las bombas caen del cielo sirio y poblaciones enteras huyen de la debacle.

El destino añorado por la mayoría de los refugiados es Alemania, cuya canciller, Ángela Merkel, impulsa la apertura de las puertas solidarias europeas a la masa de sirios desplazados cada noche y cada día. Los migrantes huyen primero por mar hacia Grecia. De ahí en adelante, quienes sobreviven el suplicio marítimo en frágiles embarcaciones, caminan hasta alcanzar la frontera con Alemania.

El recorrido de estos miles de refugiados enfrenta trabas y odios, algunos de vieja data y otros de nuevo cuño. Austria se dispone a erigir barreras y alambradas para cerrar el camino de los migrantes. Lo mismo hacen Hungría y Eslovenia. La excusa de estos Gobiernos es documentar el paso de la muchedumbre, aunque sea transitorio. En Alemania, las aspiraciones filantrópicas de la canciller Merkel se han atenuado por las presiones de gobiernos locales que temen acabar hundidos en la tormenta. Esto, a su vez, ha obligado a las autoridades germanas a fijar zonas y destinos para los refugiados.

El flujo migratorio en Europa ha aumentado por la arremetida aérea de Rusia, que estremece regiones de Siria cuyos pobladores escapan en busca de protección. El objetivo ruso, cada vez más claro, consiste en respaldar la dictadura de Damasco mediante el establecimiento de bases aéreas en Siria. Sus bombarderos actúan contra los adversarios del régimen con la excusa de liquidar bases del terrorista Estado Islámico (EI). Estados Unidos y otros Gobiernos occidentales han incursionado por meses en Siria para destruir bases del EI.

Ahora, los refugiados esperan en numerosos campamentos el pase gubernamental para seguir su viaje. Presa del frío, permanecen expuestos a enfermedades y, cada vez más, a la muerte. En semanas recientes, más de 10.000 al día han arribado a Austria procedentes de Eslovenia para evitar el paso por Hungría, que ha cerrado su frontera.

Nada menos que una vasta acción humanitaria apoyada internacionalmente podría resolver este problema que tanto dolor y muerte causa entre los abandonados migrantes. Las mil y una excusas formuladas por países robustos, Hungría entre ellos, hieren la sensibilidad y disposición de colaborar de numerosas naciones.

Al observar este drama, vienen a la mente los millones de víctimas del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. La ausencia, por ahora, de una tragedia de tales dimensiones, no disminuye el deber moral de salvar a los refugiados sirios. Es un desafío que demanda la acción inmediata de la ONU y las entidades humanitarias.