Costa Rica y el SICA

El sistema de integración necesita una renovación profunda para ser relevante

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El Gobierno y el país tenemos razones de sobra para estar disconformes con el funcionamiento del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). Desde su entrada en funciones en 1993, como instrumento para remozar el marco institucional de la región, su desempeño ha sido errático, ineficiente, poco transparente, reacio al cambio y con un marcado desequilibrio en la representación regional dentro de su ineficaz burocracia.

Costa Rica debe hacer todo lo posible por corregir la situación, que cada vez se torna más disfuncional y onerosa, e impulsar la aplicación de una reingeniería profunda al sistema y su desempeño. Para lograrlo, sin embargo, debemos ser activos y estratégicos desde dentro, no quejosos y emocionales desde fuera. Esto implica, entre otras cosas, retornar a las instancias políticas de la organización, de las que dependerá, en última instancia, su suerte.

La conciencia sobre la necesidad de una reforma de gran calado al SICA y a su archipiélago de 147 secretarías y organismos anexos, no es nueva. De hecho, en julio del 2010 se celebró una cumbre extraordinaria de jefes de Estado y Gobierno en El Salvador, con el propósito de “relanzar” la organización, con base en cinco pilares: seguridad democrática, prevención y mitigación de desastres ambientales y los efectos del cambio climático, integración social, integración económica y fortalecimiento de la institucionalidad.

En otra cumbre, esta vez ordinaria, que se reunió en Managua en diciembre del 2012, los mandatarios instruyeron a los cancilleres a realizar “una profunda y exhaustiva evaluación de todos los órganos, consejos y secretarías” de la entidad y “a presentar en un plazo no mayor de cinco meses las reformas correspondientes para garantizar la eficiencia, transparencia y participación equitativa” de todos los países miembros.

Costa Rica asumió la presidencia pro tempore semestral del SICA en enero del 2013, con el objetivo central de impulsar el cambio, pero fue poco lo que se pudo hacer. El mandato emitido en Managua, en esencia, se diluyó en medio de la resistencia burocrática, la renuencia de varios gobiernos –a pesar de su declarada voluntad de reforma– y un cambio en las prioridades de las presidencias que han seguido. De este modo, de nuevo la inercia se impuso sobre la transformación y los cambios institucionales han sido más cosméticos que sustantivos. Sin embargo, esto no quiere decir que el SICA, en su totalidad, esté paralizado.

Precisamente por esa inercia y por la demanda que surge desde la dinámica de socios externos, como México, Estados Unidos y la Unión Europea, la entidad ha logrado avanzar en temas esencialmente económicos y productivos, como facilitación del comercio, homologación aduanera e integración eléctrica. Sin embargo, la marcha ha sido lenta y lo alcanzado aún dista mucho de lo necesario. Los problemas de coordinación son todavía más difíciles, y el avance mucho más lento, en temas tan cruciales como la seguridad regional, en el que las diferencias entre países son enormes, y la reforma a la institucionalidad del sistema.

Sobre esto último, pareciera que el clientelismo ha condicionado la voluntad política de algunos gobiernos. Este es el problema de fondo que debe ser atacado, y el que solo será posible resolver si se actúa de manera bien planeada y sistemática, para forjar una coalición suficientemente fuerte entre los gobiernos con voluntad de cambio.

Según lo que se ha informado, el nuevo presidente de Guatemala, Jimmy Morales, manifestó al de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, su anuencia en tal sentido. Honduras también ha expresado intenciones similares, lo mismo que Panamá y República Dominicana. Belice, por su parte, ha sido, generalmente, aliada de Costa Rica. Las principales dudas, en este momento, surgen respecto a El Salvador y Nicaragua.

El balance, en síntesis, parece propicio para una alianza que impulse un real relanzamiento, pero articularlo demandará un enorme trabajo, plagado de detalles no solo políticos, sino también legales y administrativos. Costa Rica debe poner todo de su parte en tal sentido. Para empezar, es necesario que retorne a las mesas políticas y que sea muy cuidadosa, pero también persistente, en su proceder y en la consolidación de alianzas sin las cuales será imposible obtener resultados.