Cobertura, calidad, velocidad

Al alcance de la educación y la conectividad deben añadirse su relevancia y rapidez

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Costa Rica muestra enormes avances en la cobertura de una serie de servicios públicos esenciales para el bienestar personal y el desarrollo económico y social. Así lo acaba de confirmar el Índice de oportunidades humanas (IOH) 2016: En busca de oportunidades para todos, realizado por el Banco Mundial con base en datos del 2014. La cobertura eléctrica, de agua potable, saneamiento, educación primaria y servicios celulares y de Internet es de las mejores de América Latina, donde oscilamos entre el segundo y el tercer lugar. No tanto por esta destacada posición, sino por lo que implica para la vida de todos, es un logro del que debemos sentirnos orgullosos. Además, refleja un compromiso de larga data con el desarrollo humano y revela que, contrario a las visiones pesimistas de algunos, el país sí avanza.

Sin embargo, la satisfacción por la cobertura no debe conducirnos a la complacencia. Al contrario, es necesario verla como un punto de partida para avanzar más, particularmente en los ámbitos de la educación y la conexión en línea, donde persisten enormes desafíos. La primera aún adolece de serios problemas de calidad y pertinencia, mientras la segunda tiene serias limitaciones de velocidad. Esto último nos coloca a la zaga de una gran cantidad de países, con serios perjuicios para nuestra productividad y competitividad. Además, tanto en conexión a la red como en calidad educativa existen grandes desigualdades por motivos regionales y socioeconómicos, que deben ser atendidas con rapidez y eficacia.

Si bien de acuerdo con el índice del Banco Mundial tenemos una matrícula escolar del 97,4% de la población elegible, la tercera mejor de Latinoamérica, el porcentaje de quienes concluyen la primaria baja a 77,2, superior al promedio de la región, pero sumamente preocupante si tomamos en cuenta el impacto humano y social de la deserción a largo plazo. Por otra parte, y aunque con una gran cantidad de honrosas excepciones, la calidad educativa tiende a ser mejor en las áreas urbanas que en las rurales, y en los centros privados que en los públicos, aunque en el nivel universitario esta relación se invierte dramáticamente a favor de los estatales: otro tipo de desigualdad inconveniente.

A lo anterior hay que añadir que en las pruebas internacionales de desempeño educativo, conocidas como PISA, en las que participan alrededor de 60 países y cuyo dato más reciente corresponde al 2012, estamos en el décimo peor lugar. Podríamos conformarnos diciendo que es una posición mejor a la de Argentina, Brasil, Colombia y Perú, además de Albania, Túnez, Jordania, Catar e Indonesia. Sin embargo, en sí misma es decepcionante, sobre todo si tomamos en cuenta que tenemos una de las más altas tasas mundiales de inversión educativa en relación con el producto interno bruto (PIB).

La alta cobertura promedio de Internet baja sustancialmente en las regiones Chorotega, Brunca y Huetar Norte. Y en velocidad de conexión el problema general es sumamente serio. En el más reciente estudio mundial sobre Internet, realizado por la firma Akamai en el primer trimestre de este año, alcanzamos una velocidad de apenas 3,8 megabits por segundo, en promedio, la cuarta más baja de América Latina; Chile y Uruguay, en cambio, tienen 7,3 y 7,1, respectivamente; Corea del Sur, más de 20. La rapidez de las conexiones móviles a Internet, que se realizan mediante celulares, es todavía más alarmante: nada menos que la segunda peor del mundo después de Afganistán, según datos de la empresa Open Signal, dedicada al análisis de calidad de redes móviles.

Datos como los anteriores deben ser tomados muy en serio, porque la realidad que sacan a la luz nos afecta negativamente a todos. Superarlos no será fácil, pero tampoco imposible. La clave no parece estar tanto en mayores recursos, porque muchos están disponibles, sino en estrategias adecuadas, en desarrollo de la capacidad de ejecución y en reformas a los esquemas de regulación que permitan dar un salto en la calidad y rapidez de los servicios en línea.

En educación, por desgracia, las perspectivas lucen menos halagüeñas. A pesar de que los recursos, en términos relativos, son abundantes, la resistencia de los gremios al cambio, sumada a la debilidad de las autoridades para impulsarlos, se ha convertido en una barrera monumental. Basta ver la absurda oposición a la educación dual para percatarse de ella.

Las capacidades nacionales, tanto en materia educativa como en tecnologías de información y comunicación, son robustas. Es hora de potenciarlas con sentido de urgencia, visión de largo alcance y apertura a las mejores opciones posibles. De lo contrario, en lugar de avanzar, podríamos retroceder, con serias consecuencias para todos.