Balance positivo en Halifax

Surgieron buenas decisiones financieras y estratégicas

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Contrario a lo ocurrido el año pasado en Nápoles, la reunión anual de los gobernantes de las siete naciones más industrializadas del mundo (G-7) realizada el fin de semana último en la ciudad canadiense de Halifax, sí produjo acuerdos de importancia para el contexto internacional de la posguerra fría. En esta oportunidad, además de su ya usual agenda protocolaria, los líderes de las mayores economías del planeta --Estados Unidos, Japón, Alemania, Canadá, Francia, Gran Bretaña e Italia-- analizaron una amplia lista de temas, en especial la forma de mejorar la cooperación financiera en situaciones de crisis y el desafío de los flujos de capitales conexos al crimen organizado.

Desde su primer encuentro en Rambouillet, Francia, hace diez años, el G-7 devino en el principal foro para la coordinación de acciones no solo en el campo económico, sino también en otras áreas esenciales para la pujanza y la seguridad del ámbito democrático. De su seno surgieron en el pasado trascendentales decisiones cambiarias y comerciales y aun lineamientos estratégicos relacionados con el desaparecido bloque soviético. Siguiendo esa tradición, y a pesar de algunos diferendos y la sombra de una potencial guerra tarifaria entre Estados Unidos y Japón, la "cumbre" de Halifax vislumbró un renovado progreso en el quehacer conjunto de los gobiernos participantes.

En este sentido, se trazaron planes para la creación de una nueva facilidad en el Fondo Monetario Internacional (FMI) destinada a proveer liquidez a países que atraviesan emergencias cambiarias. La reciente experiencia en México, donde la tardanza en organizar un rescate del peso agravó la crisis financiera y tuvo severas repercusiones globales, motivó la idea de estructurar este mecanismo con aportes del G-7 y otras naciones avanzadas.

También se aprobó integrar un comité de especialistas que, a corto plazo, deberá recomendar medidas concretas para combatir el crimen organizado transnacional. En opinión del G-7, dicho consorcio constituye una creciente amenaza para la seguridad del orbe, los mercados financieros y las nacientes democracias del este europeo. El plan de acción será conocido en la próxima cita del G-7 que tendrá lugar en Francia. La preocupación en torno al embate del imperio económico controlado por el hampa, particularmente el narcotráfico, es justificado. A todas luces, los fondos billonarios "blanqueados" por redes delictivas en los países más industrializados y en los antiguos confines de la URSS presentan un grave peligro no limitado a la estabilidad del orden monetario internacional.

Conforme a la práctica iniciada en Munich, en 1992, al final de la reunión en Halifax hubo una jornada adicional con la presencia del presidente ruso Boris Yeltsin. El mandatario encaró duras críticas por la intervención militar en Chechenia y se le instó a encontrar una solución diplomática. Asimismo, fue informado del malestar causado por la colaboración nuclear que Rusia convino con Irán. Obviamente, la ocasión resultó poco halagadora para Yeltsin quien asistió con el objeto de subrayar la necesidad de la ayuda occidental para fortalecer las reformas por él emprendidas.

En cualquier caso, la "cumbre" en Canadá dejó un balance positivo, aunque no deparó el esperado arreglo al conflicto comercial entre Estados Unidos y Japón. Es de esperar que fructifiquen los derroteros ahí marcados en beneficio de la prosperidad mundial.