Avance autoritario en Venezuela

El mecanismo de asignación arbitraria de divisas abre oportunidades para favorecer a los amigos del régimen, sean o no acreedores legítimos

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Venezuela enfrenta hoy una aguda crisis política y financiera que refleja el deterioro impuesto al país por su Gobierno. El desbordamiento del descontento podría incluso desembocar en una sacudida mayor al orden autoritario de Nicolás Maduro.

La tragedia de Venezuela fue sembrada por el colorido Hugo Chávez, quien prohijó un rumbo inspirado en el modelo cubano. Fidel Castro devino así en el héroe supremo que lo aconsejó en su “antiyanquismo” y, de paso, le ofreció médicos cubanos para fortificar su gobierno.

La elevación de Chávez a la presidencia, en 1998, selló un curso político de la mano con el régimen cubano. Un golpe militar frustrado en el 2002, que lo alejó brevemente de la Presidencia, fomentó su devoción a Fidel Castro. También lo impulsó a trabar amistad con el sirio Assad y con un surtido de dictadores en Asia y África. Sobre todo, solidificó sus vínculos con Moscú y Teherán.

Su muerte, en el 2013, condujo a Miraflores al heredero, Nicolás Maduro, personaje que ha ambicionado, sin éxito, cultivar una semejanza con el finado Chávez. Pero Maduro encara una situación económica desmejorada, en parte por las fluctuaciones en los precios internacionales del petróleo.

El descenso del negocio petrolero ha agudizado los problemas de caja para atender las obligaciones financieras del Gobierno, que comprenden $60.000 millones en bonos de deuda externa, más un cúmulo de $50.000 millones en obligaciones con entidades privadas.

El gasto desbordado del régimen, que abarca toda suerte de instituciones de supuesto carácter social, ha contribuido a agudizar la inflación, hoy en el orden del 56% anual. La demanda de ahorrantes atraídos por las inversiones en dólares y, sobre todo, las obligaciones con entidades suplidoras de una amplia gama de importaciones, desde el pan hasta el papel higiénico, ha producido una situación insostenible y la virtual desaparición del mercado de artículos esenciales de consumo.

Chávez dejó instituida una escala preferencial para pagos de deudas del Estado en dólares. A la cabeza de esta categoría están las obligaciones con la banca internacional, pues una mora de pagos desbancaría a Venezuela de su calificación preferente para llevarla a las filas de Argentina y otros deudores insolventes. Esta categoría de deuda externa es atendida puntualmente por Venezuela, con la consiguiente necesidad de restringir y manipular pagos a los demás acreedores.

El mecanismo de asignación arbitraria de divisas abre oportunidades para favorecer a los amigos del régimen, sean o no acreedores legítimos. En cambio, los demás actores económicos, sobre todo aquellos calificados como enemigos, han quedado en el aire. Los medios de comunicación son víctimas primarias del artificio, con el resultado de que las importaciones de papel, esenciales para la difusión de noticias y opiniones en los diarios impresos, han quedado a la espera de decisiones oficiales que, evidentemente, podrían no producirse.

Se trata de un esfuerzo más del régimen caraqueño en su afán de silenciar voces críticas. La respuesta usual de Maduro y su gente es insultar a los medios, calificándolos de fascistas y agentes del capitalismo contra un Gobierno democrático, con sensibilidad social.

Haría falta un grado risible de credulidad para aceptar tales razones, sobre todo al observar la cantidad de medios clausurados y de periodistas sin trabajo. Una manifestación de protesta de los afectados, que convergió en las marchas del jueves último, constituyó un testimonio urgente sobre el avance nocivo del autoritarismo en Venezuela.