Atención a la tasa de interés internacional

La pregunta no es si las tasas de interés se ajustarán hacia arriba en los países desarrollados, sino cuándo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Si por algo se caracterizan los mercados financieros y la prensa en el mundo entero, es por su celeridad. Los mercados reaccionan con anticipación a los eventos económicos y políticos, y la prensa los reporta con prontitud. Lo vimos claramente con lo que está sucediendo –y podría suceder– con las tasas de interés en los países desarrollados y su impacto en las cotizaciones de deuda y tipos de cambio en los países emergentes.

Lo podemos resumir así: para salir de la crisis, la Reserva Federal de los EE. UU. (FED, por sus siglas en inglés) puso en ejecución una agresiva política monetaria expansiva y la reducción concomitante de las tasas de interés de corto plazo, con la esperanza de estimular el gasto y la inversión, reactivar la economía y reducir la tasa de desempleo. Las tasas de interés llegaron a ser negativas en términos reales, y las de largo plazo se mantuvieron bajas gracias a varios factores, incluyendo la compra masiva de títulos gubernamentales por la FED. Como consecuencia, muchos capitales financieros buscaron refugio en mercados emergentes con mayor rentabilidad (y mayor riesgo). Los extraordinarios flujos de capital a nuestros países tuvieron, entre otros, el efecto de apreciar las monedas frente al dólar. Pero esa política de apoyo extraordinario tenía que revertirse al cambiar las circunstancias.

¿Cambiaron ya las circunstancias en EE. UU.? La respuesta no es clara, al menos desde el punto de vista analítico. Pero los mercados parecen pensar que sí y han comenzado a reaccionar. No es clara porque la economía no ha cambiado significativamente, la producción real crecerá este año menos (1,9%) que el año pasado (2,2%), el desempleo ha bajado, pero aún se mantiene por encima del nivel histórico (6,5% de la fuerza laboral), el mercado de bienes raíces, esencial para generar empleo, aún no alcanza los niveles registrados antes de la crisis y, en medio de todo, la inflación –que podría ser un detonante para el incremento en las tasas de interés– se mantiene muy baja. Pero hay indicios que apuntan en la dirección contraria.

El primero y más obvio es que los inversionistas estadounidenses y extranjeros que operan en el mercado de títulos de largo plazo, empezaron a exigir rendimientos superiores a los vigentes pocas semanas atrás, lanzando sus precios de mercado a la baja (precio de mercado inferior al valor facial). Eso lanzó las cotizaciones de los títulos de deuda soberana de los países emergentes y en desarrollo también a la baja, al exigir de ellos mayores rendimientos (mayor tasa efectiva de interés al tener que venderse los títulos con descuento). Eso sucedió con los bonos emitidos por países tan disímiles y distantes como India, Indonesia, Sudáfrica, Turquía, Brasil y Chile. Y las bolsas de valores también cayeron en varios de esos países. Eso demuestra que no se trata de problemas específicos de un determinado país, sino de un fenómeno general asociado a cambios económicos actuales o eventuales en EE. UU.

Varios medios de comunicación han adelantado posibles explicaciones de la reacción de los mercados. Bloomberg News , al entrevistar a varios analistas, cita tres de ellas: 1) que los mercados de dinero andan un poco perdidos (ajenos a la realidad) por razones técnicas y los movimientos en las tasas de interés y mercados cambiarios podrían revertirse; 2) que los mercados están valorando la mejoría en el crecimiento y empleo en el mercado americano y acarician la expectativa de que la FED reaccionará reduciendo sus compras de títulos de largo plazo ($85.000 millones en la actualidad); y 3) que aunque el mercado sabe claramente que la economía estadounidense no se ha terminado de reactivar, tiene muchas dudas de si la FED seguirá sosteniendo esa política monetaria expansiva y empieza a reaccionar anticipadamente. Según Jan Hatzius, economista jefe de  Goldman Sachs, la última es la razón principal.

Otros medios de comunicación han sumado interesantes reportajes analíticos. The Economist señala que “el mercado ha comenzado a percibir el principio del fin de la política monetaria expansiva de la FED, y los activos que comenzarán a vender son sus inversiones en títulos emitidos por los países en desarrollo”. Luego agrega que aunque la FED decida hacer el ajuste en las tasas de interés en forma gradual, es casi imposible evitar ajustes abruptos en los tipos de cambio y volatilidad en las tasas de interés.

Ese mismo punto fue rescatado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la revisión anual de la economía de EE. UU. concluido la semana pasada, visible en su página web: para evitar volatilidad y cambios abruptos en los tipos de cambio, recomienda hacer el ajuste gradualmente y comunicarlo con suficiente antelación a los países en desarrollo para que se vayan preparando.

En nuestro medio, El Financiero y La Nación publicaron amplios reportajes sobre el impacto de las variaciones en las tasas de interés sobre algunas monedas la semana pasada, incluyendo la decisión de Brasil de eliminar los impuestos a los rendimientos de los capitales extranjeros para evitar mayores ajustes cambiarios, como los registrados en ese país en las últimas semanas. En Chile sucedió algo similar.

Todo lo anterior nos lleva a formular algunas conclusiones y recomendaciones. La pregunta no es si las tasas de interés se ajustarán hacia arriba en los países desarrollados, sino cuándo. Tampoco, si afectarán las entradas de capital en nuestros países, sino cuánto y de qué tipo (inversión directa o inversión financiera), y cómo afectará eso los tipos de cambio. Aunque el FMI y otros técnicos le recomienden a EE. UU. hacer el ajuste gradual, los mercados podrían desoír sus recomendaciones y hacer los cambios más rápidamente. Los países en desarrollo con desequilibrio fiscal y de balanza de pagos, como el nuestro, harían bien en efectuar los ajustes correspondientes para estar preparados. Y, sobre todo, no debería la Asamblea Legislativa imponer gravámenes a los rendimientos financieros de la inversión extranjera por el eventual impacto en el tipo de cambio, tal y como recomendamos en un editorial anterior. Los diputados deben recordar que ni los flujos extraordinarios de capital ni la apreciación de la moneda serán permanentes. Las circunstancias pueden cambiar.