Dimensiones del arte

Los dogmas y juicios absolutos restringen la creatividad

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Un lienzo en blanco, ¿califica como obra artística? ¿Deberían incluirse, entre las expresiones estéticas, imágenes explícitas de las intimidades humanas? Tales preguntas distan de ser teóricas. Constituyen el foco de intensas polémicas y hasta de acciones judiciales. Ahora han inspirado un excepcional drama. Art, escrito originalmente en francés por Yasmina Reza, ha sido un éxito del teatro londinense durante las dos últimas temporadas y sus derechos de presentación en Broadway ya fueron adquiridos por Robert De Niro.

Las discusiones suscitadas por esta "comedia", que a ratos más bien bordea la tragedia, afloran diariamente en la prensa y televisión británicas. Art, en el fondo, refleja no solo las divergentes opiniones en torno a lo que es o no una manifestación artística. Profundiza también en la importancia de las percepciones individuales y desarrolla una crítica mordaz contra el esnobismo y las modas de la sociedad de consumo.

La trama es sencilla. Un médico divorciado que gusta de visitar galerías, adquiere un cuadro recomendado por algún experto. El precio es exorbitante pues el pintor está en boga. La obra consiste de un lienzo totalmente en blanco, excepto por la rúbrica del artista en una esquina inferior. Orgulloso, el novel coleccionista se ufana de la compra ante un amigo cercano que no resiste la risa. ¿Tomadura de pelo? El azorado propietario, vulnerable a los caprichos de la moda y obsesionado por mantenerse siempre "in", se ofende por la reacción. El tercer integrante del círculo íntimo, aunque inicialmente perplejo ante el precio y la particularidad de la "pintura", pero agobiado por sus propios problemas emotivos, intenta mediar en la disputa.

Los diálogos permiten adentrarse en la compleja relación que une a los tres amigos. La apreciación sobre el arte es apenas el portillo de un caudal de emociones y actitudes personales. Las diferencias respecto al cuadro desencadenan pasiones y los choques desembocan incluso en la violencia física. Algunos de los factores y circunstancias que emergen en el conflicto subrayan la influencia de la coyuntura síquica en la manera de ponderar las virtudes y defectos de una obra, sea pictórica o literaria. La amistad prevalece y es un bálsamo conciliador. Al final, el escéptico del trío y férreo oponente de la compra, mira con ojos distintos el lienzo de la discordia. Discierne en el blanco vacío la inmensidad del espacio, quizá un atardecer nublado o una montaña cubierta de nieve. A lo lejos, el albo paisaje sugiere un esquiador extraviado y hasta la contemplación de un ser superior...

El principal mensaje es que en el arte, como en tantas otras esferas del quehacer humano, la interioridad individual rige suprema. La trascendencia social de esa perspectiva fue comprendida temprano en la historia. Las corrientes libertarias defienden por ello celosas la autonomía personal. Y no es casual que Stalin y Hitler procuraran imponer su propio sentido del arte como uno de los mecanismos contralores del universo totalitario.

Hace pocos meses, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York inauguró dos exhibiciones sumamente concurridas y aclamadas por los críticos. Una de ellas era la colección de fotografías de la célebre pintora norteamericana Georgia O'Keeffe, realizadas en los años veinte por su marido de entonces, Alfred Steiglitz, maestro precursor del género. O'Keeffe, mujer enjuta de rasgos hombrunos, aparecía en diversas poses, algunas circunscritas a la zona púbica. Los comentarios del público a nuestro alrededor diferían. Unas matronas se escandalizaron. Otros asistentes solo miraban. Muchos expresaban profundo interés y no faltaban admiradores embelesados, inmóviles ante la muestra de Steiglitz. Pero a ningún oficial del Museo se le ocurrió retirar los desnudos ni cubrirlos.

Steiklitz tenía 51 años cuando, en 1917, O'Keeffe ingresó a su galería de Nueva York. La excéntrica pintora de Nuevo México contaba entonces con 30 años de edad. Fue amor a primera vista y condujo al matrimonio en 1924. Era el segundo para Steiglitz quien tenía una hija del anterior. Según ciertas versiones, su primera esposa se opuso tenazmente a que retratara a la hija y eso causó la separación. Una interpretación es que, en Georgia, Alfred veía a su hija. En todo caso, los diez años de unión, hasta que Steiglitz se enamoró de una mujer más joven, produjeron una rica colección que O'Keeffe, en sus años postreros, quiso hacer pública. Tras su fallecimiento, el museo a ella dedicado en Santa Fe obtuvo los retratos y los prestó al Metropolitano.

En un recinto contiguo, la institución neoyorquina exhibía la colección Annenberg de pintura impresionista, la más rica posiblemente en el mundo. Incluía una pintura temprana de Picasso, subastada en 1989 por un precio récord cercano a los $35 millones: "Le lapin agile", de 1912. Los comentarios del público oscilaban entre el disgusto y el éxtasis. Lo esencial es que hay oportunidad de disfrutar producciones memorables y, no menos importante, la libertad de opinar sobre ellas.

El pluralismo inherente a las sociedades democráticas comprende asimismo las manifestaciones artísticas. En este ámbito, al igual que en muchos otros, surgen situaciones discutibles y juzgarlas a la luz de dogmas y juicios absolutos cercena el espacio necesario para la creatividad. Libertad y tolerancia van de la mano.