Coyotes de la misma loma

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Daniel Ortega se solidarizó con el dictador libio, Muammar Gadafi, quien libra “una gran batalla” por preservar la unidad del país, víctima de “una conspiración de todo tipo”.

Fidel Castro destacó anteayer la “campaña mediática” y el peligro de que la OTAN intervenga en el país norafricano.

Suponemos que el criterio de Hugo Chávez andará en el mismo sentido.

Ninguno de esos personajes se refirió a la brutal represión por parte de la dictadura libia, que ha incluido el bombardeo aéreo de civiles, y la amenaza de recurrir a todo medio para aplastar los reclamos.

Tienen razón; son congruentes con el concepto que manejan y aplican en relación con el ejercicio del poder. Ese trío ama el poder absoluto, sin molestos contrapesos, sin necedades como el sometimiento al control.

Los tres se consideran ungidos –e indispensables– para la difícil tarea de gobernar. Están allí por delegación eterna de sus pueblos, de los que son “vanguardia” (ellos se atribuyeron esa condición), y la caída de sus regímenes traería caos y todo tipo de desgracias en sus países.

Ah, no olvidemos: Castro ha reprimido sin misericordia toda disidencia y apoyó las invasiones soviéticas a Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979).

Ortega gobernó con puño de hierro entre 1979 y 1990, período durante el cual persiguió y reprimió sin miramientos, y se enriqueció. Ahora, maniobra para seguir gobernando, por las buenas o por las malas.

Chávez se ha valido del proceso electoral para legitimizar su poder y, a la vez, construir una institucionalidad autoritaria en la que su voluntad y decisiones anulan la democracia.

Y los tres tienen amigos en común con quienes se entiende muy bien: Gadafi, el iraní Ahmadineyad y el sátrapa bielorruso Lukashenko, todos dictadores a rajatabla.

Entonces, resulta iluso esperar otra reacción que no sea acuerpar a su atribulado “compañero” pues ellos, en situaciones similares, no dudarían en atacar a los opositores con todos los medios a su alcance.

Esos son los nuevos libertadores de América Latina, los que prometen a sus pueblos liberarlos de la opresión para llevarlos por senderos de progreso, justicia y felicidad.

En realidad son, como solemos decir en Guanacaste, coyotes de la misma loma.