Votantes de mala cara

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

De nuevo el tema salta con fuerza a la palestra: la decepción con los partidos. Como en otras oportunidades, no se basa en una simple intuición. Lo revela la más reciente encuesta Unimer-La Nación, con una "feria": el problema es creciente.

¿Qué hacer?

Quienes más deberían estar preocupados --los dirigentes políticos-- aún no enuncian una respuesta. Su convicción parece ser que conforme se caliente el cuadrilátero de la campaña también se enfiebrarán los votantes y todo volverá a la normalidad cuatrienal: banderas, pitoretas, plazas públicas (¿con o sin booggie?), alta votación y distribución del queque electoral a partes casi iguales entre el PLN y el PUSC.

Por esto, no vale la pena preocuparse mucho del rechazo de los electores, que a fin de cuentas volverán al redil, sino de los arreglos internos, que a fin de cuentas dan o quitan control.

Esta noción parte de un supuesto muy riesgoso: creer que la decepción de ahora es igual a la de antes; que responde a simple cansancio, a descontentos de circunstancias y a un ciclo que pronto entrará en su fase alta. Pero los indicios van por otro lado: un desencanto profundo, un cinismo con raíces, una agenda de preocupaciones que supera las divisiones tradicionales del espectro político y una ciudadanía que, al sentirse engañada en altísimo grado (45 por ciento), exige transparencia, ejemplos y dirigentes que les rindan cuentas, no rituales emotivos o frases cliché.

Son estas preocupaciones y desafíos, no los intereses de sus partidos, los que deberían tomar en cuenta los diputados que discuten la reforma electoral. Aún tienen oportunidad. ¿La aprovecharán adecuadamente?