Unamuno actual

Todavía resuena: ‘¡Tened en cuenta que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir!’

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Me declaro hijo póstumo de Miguel de Unamuno (1864-1936), disconforme con la mediocridad, con la entonces nueva república española y antimilitar convencido: escritor y pensador de los grandes; faro, todavía, desde la generación española del 98.

Mi primer contacto con esa España, que yo también guardo en el corazón, fue por un curso de verano en Salamanca, donde don Miguel había sido rector. Allí, el 12 de octubre de 1936, se armó un monumental pleito, guardado para la historia y la actualidad.

Era todavía el inicio de la guerra civil; durante tres largos años desangró la piel de toro que el recordado Mario Zaragoza, ya incorporado aquí, me ayudó a amar. Durante un discurso de don Miguel, el falangista fascista de Millán Astray se permitió unos exabruptos como aquel infausto “Muera la inteligencia”, a lo que el gran rector contestó: “¡Tened en cuenta que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir!”.

¡Frase tan actual, casi un centenar de años más tarde, a escupir poco menos al burdo que se las da de zar! Aquel vocablo, vuelto actual, igual que káiser, remonta al césar que decidió cruzar el río, infringir la legalidad republicana; alocada aventura que lo llevaría a la muerte.

También, el hombre actual, en el poder por allí, del Volga quiere pasar al Dniéper, pero hace rato transgredió normas civiles y democráticas de alternancia en el poder.

Afirma el barbudo vasco: “Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo... Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente”.

Continúa el profesor: “El general Millán Astray es un inválido de guerra (…). También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender”.

Prosigue el rector: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”.

En paralelo, desde este rinconcito centroamericano, donde primero se proscribió la pena de muerte y después de una corta guerra civil se suprimió la soldadesca, pero en la nueva Asamblea construyeron unas horrendas aspilleras, huecos verticales para fusiles, ruego y suplico que pare, que termine la masacre de un pueblo libre, declarado independiente por Jrushchov, no tan lejano antecesor de Putin.

Y, como profetizando, termina Miguel de Unamuno: “Conquistarán, pero no convertirán”, porque todo va “con pasiones; no afirmaciones”. Los pueblos han de definir su suerte ellos mismos, sin ser avasallados.

valembois@ice.co.cr

El autor es educador.