Una reflexión en la Semana Santa

La fe personal es posible escudriñarla a partir de un mecanismo intelectual de selección y descarte

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La gran cuestión que planteó Leibniz tanto a la filosofía como a la metafísica fue por qué existe todo en vez de nada. Es el gran asunto existencial asociado a las cuatro interrogantes esenciales de la existencia humana: la pregunta de identidad, ¿quiénes somos?, la cuestión de origen, ¿de dónde venimos?, la interrogante de propósito, ¿para qué estamos en la tierra?, y la de destino, ¿hacia dónde vamos?

Preguntas que están asociadas a la semana que los occidentales, creyentes o no, comenzamos a disfrutar, con dos días no laborables.

La fe personal es posible escudriñarla a partir de un mecanismo intelectual de selección y descarte sobre lo que serían cuatro diferentes cosmovisiones para respondernos la gran pregunta de la existencia.

En este mecanismo, el primer paso es resolver el dilema consistente en decantarse por una de dos opciones únicas, limitadas a una sola pregunta sobre básicamente dos cosmovisiones. La primera afirma que la realidad “natural-material” es lo único existente, y que nada es posible fuera de ella.

La segunda sostiene que, en tanto el tiempo, el espacio y la materia tuvieron un principio absoluto, necesariamente entonces su causa debe ser inmaterial y atemporal, por tanto, aparte de la materia, debería existir una realidad de otra naturaleza, la espiritual.

Quien selecciona la primera opción debe excluir todo el restante conjunto de cosmovisiones espirituales, pues, aplicando el principio de no contradicción, debe descartar de la búsqueda intelectual y la acción práctica de vida toda intelección de naturaleza divina o trascendente.

Si, por el contrario, se decide por la segunda opción, la búsqueda deberá continuar y se verá obligado a ir más allá en una nueva dinámica. A diferencia de lo que algunos sostienen, en este punto del camino, las opciones son también excluyentes, pues si en la vida se presume una cosmovisión de naturaleza espiritual, es indispensable entender las radicales diferencias entre tales cosmovisiones.

Tres sistemas

En el mundo, existen tres grandes sistemas que proponen una respuesta a la cuestión de la espiritualidad. El primero —muy numeroso, pues abarca aproximadamente 3.914 millones de personas— corresponde a lo que se denomina la cultura del libro o cultura bíblica.

En la narración bíblica, en la historia de Abraham como padre de la fe, esa cultura une a las tres religiones monoteístas del planeta: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

En la fe en estas religiones se entiende el universo como creación de un dios único, que aspira a tener una relación personal con todos aquellos que lo busquen. En este primer grupo, la religión más practicada es el cristianismo, con 2.400 millones de fieles.

En un segundo sistema cultural, se ubican las filosofías espirituales, que son el budismo, el taoísmo, el confucianismo y el sintoísmo, de muy generalizada práctica en naciones como China, Tailandia, Japón, Bután y Birmania.

La más practicada es el budismo, con aproximadamente 365 millones de fieles. Este segundo sistema contradice a las tres grandes tradiciones de la cultura del libro, porque, aplicando el principio de no contradicción, es inviable ser monoteísta y, a la vez, abrazar el budismo, el taoísmo o el sintoísmo, pues niegan que el mundo espiritual esté determinado por la existencia de un dios único y personal.

Creen que tanto el universo como la existencia de la espiritualidad están condicionadas por fuerzas que, si bien son de naturaleza espiritual, son de orden impersonal.

El tercer sistema es el politeísmo, básicamente practicado, entre otros, por el hinduismo de la India, por la nueva era y las diversas supersticiones animistas que tienen su origen en el África subsahariana, y que están extendidas a algunas otras regiones de América, como Salvador de Bahía, Cuba y, predominantemente, Haití.

Como su etimología lo indica, los politeísmos presuponen la existencia de muchos dioses. El hinduismo, por ejemplo, cree en hasta 300 millones de ellos.

Está de más citar por qué los politeísmos son creencias opuestas a las filosofías espirituales de Oriente o a las culturas del libro; sin embargo, vale anotar que, entre otros motivos, lo son por el hecho de que las supersticiones politeístas son espiritualidad que no exige compromiso moral, y por tanto se reduce a la simple superstición.

Derecho a creer o no creer

En los Estados occidentales libres, cada persona tiene derecho a abrazar cualquiera de estas opciones, que pueden variar desde la total increencia hasta la espiritualidad, sin compromiso alguno, como indiqué anteriormente.

Mi experiencia de vida me condujo hacia la fe con compromiso moral, tal como lo conmemoramos en estas fechas. Tiempo atrás, descarté el materialismo filosófico.

Creo que esta gran obra, que es la vida, tiene un autor que se revela sutilmente, de la misma forma que lo hace quien crea una obra artística y manifiesta en ella su carácter por una vía indirecta.

Al descartar el materialismo, concebí absolutamente razonable que el Creador decidiera revelarse a sus criaturas, y, en este punto, ¿cuál es el mensaje más poderoso de la historia? Por el impacto de la fe, por su mensaje de amor resumido en la más grande historia jamás contada y por la evidencia histórica sobre la verdad de ese mensaje, he hecho míos esos ideales.

fzamora@abogados.or.cr

El autor es abogado.