Un mando, ¿a ciegas?

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Parece que en materia de mandos en Seguridad este país anda al garete.

Resulta que un grupo de matones, investidos de autoridad, llegan a una multitudinaria manifestación magisterial, blanden armas, atropellan a un grupo de personas, supuestamente revoltosos, y ... todo lo hacen por su cuenta. Esta es la justificación oficial de los acontecimientos que causaron estupor en el país la noche del lunes anterior frente a la Casa Presidencial.

El Presidente, en una primera reacción, no censura aquellos brutales actos, pero sus ayudantes se apresuran luego a aclarar que tampoco los avala. Poco bien enterado iba a estar el mandatario si, en medio de la emergencia que se vivió, tuvo que ser sacado en helicóptero de aquel lugar.

Pero más allá del grado de conocimiento que tenía o no el gobernante sobre la magnitud del operativo policial definido ante la marcha magisterial, en particular cuando esta arribara a Zapote, y los incidentes suscitados, resulta difícil de creer que la actuación de los matones del CIP, fuese ignorada por esferas superiores. O, ¿es que aquí cualquier formación de policías: puede exponerse y exponer a los ciudadanos a riesgos tan severos como los de la noche del lunes, sin que medie una elemental autorización jerárquica?

Ante el repudio generalizado de aquellas grotescas escenas, un mando, que pareció inexistente el lunes anterior, aparece ahora y ordena investigaciones y suspensiones.

Es esta la salida menos incómoda al vergonzoso incidente. Pero queda pendiente la opinión pública de conocer quién fue el verdadero responsable de dar la orden de actuación. Aquí subsiste una gran duda: ¿qué claridad puede emerger si el mando de Seguridad se declara ignorante de las actuaciones de sus subordinados?