UCR necesita un verdadero cambio

No podemos seguir en la carreta de nuestra evolución intelectual

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Mucho se ha hablado sobre los cambios que se deben realizar en las universidades públicas como condición para su supervivencia. Cada vez es mayor la presión que el Fondo de Educación Superior (FES) ejerce sobre las finanzas públicas y cada vez tiene mayor aceptación la idea entre el público que existen, y por lo tanto deben reducirse o eliminarse, privilegios injustificados concedidos por el Estado a la educación superior. Esto se va haciendo cada vez más permeable, especialmente cuando trasciende a los medios (con fundamento o sin él) los elevados niveles de desperdicio de recursos y los altos niveles de burocratización en que se hallan las universidades estatales.

En lo interno, en la Universidad de Costa Rica se han estado realizando evaluaciones y redactando proyectos de modificación del organigramas, que no pasan de ser intentos muy tímidos, casi insignificantes, de introducir cambios organizacionales de trascendencia. La Universidad, como eje promotora del pensamiento nacional, debe propiciar su propio cambio, de una manera radical y significativa. No es posible que la Universidad siga descansando en atavismos y prejuicios en cuanto al cobro de la matrícula, con base en los cuales se obtienen resultados paradójicos pues bajo una bandera de protección a los estudiantes de escasos recursos, se ha convertido en un mecanismo de redistribución negativa de ingresos (subsidia a los ricos a costa de los pobres). Cifras que no he confirmado pero que me han comentado parecen mostrar que en la Universidad de Costa Rica alrededor del 73 por ciento de los estudiantes provienen de familias con niveles de ingreso medio alto y alto. Solo una fracción pequeña proviene de familias con ingresos medios y una proporción insignificante de familias de bajos ingresos. En cambio, en las universidades privadas, se invierte la pirámide pues alrededor del 65 por ciento de los estudiantes son de ingresos medios y solamente el 23 por ciento son de ingresos medios altos y altos.

Al final de cuentas, las universidades privadas están haciendo un muy buen negocio (y bendito sea que así ocurra pues de otra manera los estudiantes de medianos y bajos ingresos se quedarían sin opción). Por el contrario, con sus esquemas anacrónicos, las universidades estatales están "entregando la cancha" gratuitamente.

Las universidades estatales (y sobre todo la UCR) deben cambiar de una vez por todas, de una manera acorde con los nuevos tiempos. Debe apostarse a la descentralización total. Unicamente deben quedar centralizados los servicios básicos de registro (excluyendo matrícula), de currículum y programas, becas y subsidios, servicios médicos, etc.

En lo demás, las escuelas o facultades deben ser totalmente autónomas, en administración, presupuesto, políticas de salarios, estímulos y selección del personal docente, admisión, matrícula, carreras relacionadas, etc. El objetivo es que cada escuela o facultad llegue a ser financieramente independiente. En caso de que obtengan beneficios, estos se dedicarán exclusivamente a inversión (edificios, laboratorios, proyectos de investigación, publicaciones, etc.) y cualquier remanente pasa automáticamente al sistema centralizado de becas.

Los estudiantes escogen la carrera que quieren y pagan la matrícula que la escuela cobre. En casos de carreras de gran demanda, que amenace por razones de tamaño la pérdida de la excelencia, cabe la posibilidad que se autorice a más de una escuela a impartir esa carrera. Debe erradicarse la aberración de poner límites al número de profesionales en las distintas ramas, como si alguien estuviese en capacidad de decir cuánto es lo que el país necesita en cada profesión. Los recursos que provienen del Fondo de Educación Superior se emplearían primordialmente para financiar un verdadero sistema de becas, mediante el cual, por acreditación de sus necesidades socioeconómicas y su buen rendimiento académico, los estudiantes de bajos recursos pueden recibir la ayuda que necesiten. Este esquema de becas sería independiente de las escuelas de modo que estas últimas lo único que tienen que preocuparse es de lograr un equilibrio financiero y competir vía calidad con el resto de las universidades. Además, un porcentaje del FES (a determinar) iría a investigación y otro a subsidiar (en montos fijos por alumno) c1ertas escuelas que eventualmente fuesen incapaces de lograr un punto de equilibrio financiero, pero que la sociedad podría considerar útil su existencia.

Es probable que todavía estemos a muchos años luz de que estas ideas (que por lo demás no me pertenecen) lleguen a permear entre nuestras cúpulas universitarias, pero al menos el debate debería iniciarse pues la velocidad con que cambian las cosas en la actualidad no permiten que nos sigamos moviendo en la carreta de nuestra evolución intelectual.