Tregua de los tamales

En la jerga futbolera diríamos que terminó el primer tiempo y estamos en el descanso

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Una vez más llegamos a la “tregua de los tamales”. Para los puristas, entiéndase esta expresión así: “Costarriqueñismo. En años electorales, dícese del período de fin de año durante el cual familiares y amigos se reúnen para celebrar los ritos de la temporada y, al calor de bebidas espirituosas y comilonas, conversan sobre el curso de la campaña electoral, los partidos y candidatos. Trátase de un primer e informal careo, facilitado por la prohibición a los partidos de realizar actos y propaganda que, sin embargo, no lleva a decisiones definitivas, pero sí a ciertos descartes, todo en un ambiente de jolgorio y relajación”.

En la jerga futbolera diríamos que terminó el primer tiempo y estamos en el descanso. A juzgar por cómo va el partido, en esta ocasión (parecida al 2014 y el 2018, solo que peor) el marcador está “medio a cero dividido por la mitad”: ningún partido saca ventaja clara, los primeros seis candidatos y candidata tienen cierta viabilidad y podrían ganar si pegan un buen golpe.

Lo malo es que ninguno llega al 20% entre las preferencias ciudadanas y hay más indecisos que nunca, pues “jala más un parche de poros” que las personas en liza. La “carnita en el asador” quedó, pues, para enero: veremos las “pintas” que los tamales traerán.

¿Por qué ningún candidato conecta con la ciudadanía, pese a sus esfuerzos y a los de sus equipos? Sin duda, parte de la explicación reside en factores propios de esta campaña, por ejemplo, la inexistencia de una candidatura oficialista fuerte complica la ecuación a los opositores, ¿pues contra quién, entonces, pelear?

Ningún candidato ha logrado elaborar un mensaje atractivo para el electorado joven, menor de 40 años, que constituye la mayoría del padrón.

Otra parte la explican factores que vienen de rato atrás, como el debilitamiento extremo de las organizaciones partidarias y las identidades políticas ciudadanas.

Así las cosas, pareciera que tenemos por delante el escenario peruano (pasan a segunda ronda dos candidatos, ninguno de los cuales obtiene el 20%) o el chileno, en el que se disputaron la presidencia los que anduvieron entre el 25% y el 28% de los votos.

Y ahí es cuestión de suerte: ojalá no nos toque decidir entre dos “muy malos”. Quizá nos peguemos la lotería. Y ese es precisamente el problema de fondo: ¿Tiene futuro una democracia representativa en el que casi nadie se siente representado?

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.