Terroristas con corbata

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El Estado Islámico (EI) es una organización terrorista activa y temida alrededor del mundo. Su etiqueta es la barbarie extrema de sus acciones. Opera, sobre todo, en el Cercano Oriente, pero las redes de la franquicia se extienden mucho más allá.

El más encarnecido enemigo del EI es la satrapía de la familia Assad en Siria. Y algo parecido sucede también en Irak, donde las incursiones de los yihadistas del EI han carcomido fronteras para integrar una amplia zona cuasi colonial que incorpora, por el momento, considerables porciones de Siria e Irak.

Sin embargo, por encima del crimen y la violencia del EI, existe otro ángulo interesante. Resulta que el EI posee, en sus dominios, campos petroleros cuya explotación se traduce en un próspero negocio con la dictadura siria.

El arreglo le permite a Assad abastecer parte de las importaciones sirias, hasta hace poco suplidas mayormente por Irán. De esta manera, el EI recibe un porcentaje importante de los ingresos sirios por la comercialización de los combustibles.

Lamentablemente, la fragmentación del país, derivada de la guerra y, en general, la imposibilidad de contabilizar estos rubros, obstaculiza la elaboración de cifras confiables. No obstante, el Fondo Monetario Internacional calculaba, para el año 2010, los ingresos sirios por exportaciones de gas y petróleo en el orden de los $3.500 millones.

Con el agravamiento de la guerra, posiblemente este rubro debe haber sufrido un descenso mayúsculo. Con todo, nuevos actores han surgido en Levante con resultados financieros muy alentadores. En esta categoría predomina el EI.

El incremento de las operaciones ha demandado cuadros de personal administrativo calificado. Está claro que estos profesionales trabajan en instalaciones y condiciones muy diferentes a las de los militantes. En otras palabras, hay planteles del EI donde predominan las corbatas. Además, el personal calificado que demanda la administración de los bienes y negocios del EI se nutre crecientemente de los centenares (quizás miles) de estudiantes norteamericanos y europeos que escapan de sus hogares para viajar a Siria y librar las románticas batallas del desierto.

Cómo contrastan las realidades de la guerra mayúscula y destructiva que sacude a Siria con el paraíso de los MBA que auspicia el EI, a su vez protagonista central de la guerra.

Y, al tiempo que el número de muertos se acelera, los arreglos truculentos que llenan los bolsillos de los sátrapas en Damasco y los de la jerarquía guerrillera, marchan opulentos y viento en popa. Qué ironía.