Teoría de la dependencia

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En los años sesenta del siglo pasado, un grupo de lo más granado de la sociología y economía latinoamericana elaboró la teoría de la dependencia. Esta teoría postuló, en esencia, que el origen del subdesarrollo de América Latina estaba en la manera como participaba en el sistema económico internacional: que el continente no se había desarrollado por haberse especializado en la producción de materias primas para los países avanzados.

Profundamente crítica de las teorías que venían de Europa y Estados Unidos, el dependentismo predijo, además, que el crecimiento económico basado en economías extractivas, con poco valor agregado, no solo no rompería los lazos de dependencia sino que daba origen a burbujas de crecimiento que luego reventaban y dejaban a los países en profundas crisis.

El impacto de esta teoría fue inmenso en todo el mundo y, además, buena parte de la izquierda se hizo dependentista.

Saltemos ahora cuarenta años. Lo que los principales países de América Latina hicieron a partir del 2000 fue aplicar la receta que la teoría de la dependencia decía era la equivocada: volverse aún más dependientes de la exportación de petróleo, gas, soya y trigo. Y, como lo prevía ella, tuvieron una época dorada de altos precios de materias primas, que luego terminó abruptamente.

Y aquí viene lo interesante: la mayoría de los países que escogieron esta receta estuvieron gobernados por partidos que se decían de izquierda: Venezuela, Ecuador, Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina y Uruguay. ¡Qué ironía! De acuerdo con los parámetros de la teoría de la dependencia, los gobiernos de izquierda profundizaron la dependencia. Cambiaron de patrón, eso sí, pues en vez de Estados Unidos y Europa, vendieron todo a China.

Así visto, el comandante Hugo Chávez fue, en realidad, un peón, vocal y bocón, pero peón al fin, de un sistema económico internacional injusto. Cincuenta años después, lo poco que exporta Cuba son materias primas. Y, ¡más ironía!, la “neoliberal” (y lenta) Costa Rica fue uno de los contados países del continente que escogió una ruta distinta: salirse del esquema de la agroexportación.

No es el punto discutir aquí los méritos de la teoría de la dependencia, pero sí subrayar la profunda inconsecuencia entre discurso y práctica política de toda una oleada de gobiernos que tuvieron oportunidad para sentar una ruta económica distinta… y no lo hicieron, y que, de acuerdo con sus propios parámetros, fueron profundamente conservadores.

Jorge Vargas Cullell es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.