¡Señores: el emperador va desnudo!

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Algo anda mal, con mi vista. Por doquier veo cultivos de remolacha, paisajes lila, vastas extensiones moradas. Sobre todo en Manguilandia, la gente ha asumido, de un tiempo acá, una tonalidad vagamente amoratada… Sí, debo someterme a un examen oftalmológico: el territorio costarricense me hace el efecto de una mancha morada de 51000 kilómetros cuadrados.

Ganó Saprissa, mi equipo. Soy campeón. Sí, leyeron correctamente: me declaro monarca del futbol nacional.

Asumo que tal manifiesto irritará a algunos. Mala cosa sería que no lo hiciera, pues esta es, precisamente, mi intención.

Hubo dos Monstruos: el de la fase clasificatoria fue regular únicamente por su irregularidad. Un Godzilla fofo y mal zurcido, no un tiranosaurio. Pero se transfiguró en ese segmento del campeonato que es su especialidad: las instancias decisivas y dramáticas. El equipo que perdió siete juegos durante la primera fase, ese cuya curva de rendimiento parecía el gráfico de un sismógrafo (la aguja, trastornada, iba de un lado a otro), devino un tsunami futbolístico. Doblegó a la Liga, cuya gesta épica de 53 puntos quedó en la mera estadística, y a un Herediano que solo reaccionó cuando se vio herido de muerte.

En la portería morada, Clark Kent, el tímido reportero del Daily Planet, reveló su naturaleza de kriptoniano, y se erigió en héroe de las semifinales y finales.

Carvajal, el hombre con mantequilla en los guantes, era Superman: tres paradas a lo Gordon Banks, durante el macondiano diluvio de centros, en la segunda colisión contra la Liga. Reacciones eléctricas, inexplicables, instintivas. Y luego, finis coronat opus : le detiene un penal a Ruiz que era todo menos inocuo, y un remate cruzado a Sánchez que buscaba el ángulo izquierdo con inexorabilidad de animal migratorio.

Pero lo más notable de su gestión pasó inadvertido: el saque largo, preciso y sagaz, que habilita a Vega en el golazo morado. Es un hecho que suele ignorarse: ¡la gestión ofensiva de un equipo comienza con el saque de portería! Carvajal vio a Vega, le trazó el pase de 60 metros con precisión satelital, y este clonó la estocada que le asestara a la Liga: diagonal hacia adentro del campo, rivales desgranados, disparo a perfil cambiado, y obús que Cambronero, a diferencia de Pemberton, “adornó” con su estirada.

El gestor intelectual del gol fue Carvajal. Amigos liguistas: les recomiendo la zarzuela El rey que rabió. Les hará pasar una Navidad menos ácida. Los Heredianos pueden ir a bailar mambo. Por lo que a Cartaguito atañe, el Adagio lamentoso de la Sinfonía Patética de Tchaikovsky les sentará bien.

Entretanto, el Monstruo ruge, prevalece, y lustra con Anibru sus 31 trofeos.