Seis meses de guerra

Putin no fue el único equivocado

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Esta semana se cumplen seis meses de guerra en Ucrania. El cálculo ruso de una victoria militar rápida fue desastrosamente equivocado. De una operación relámpago, concebida para crear un “estado cliente” dentro una esfera de influencia rusa, hemos pasado a una guerra de posiciones, en la que ambas partes sufren grandes pérdidas a la hora de ganar o perder unos cuantos kilómetros. Nadie parece tener la capacidad para asestar, a corto plazo, un golpe decisivo.

Seis meses de una carnicería innecesaria abrió, además, una caja de pandora mundial. Rusia también se equivocó al creer que dividiría a los países europeos y haría retroceder a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el paraguas militar de EE. UU. y Europa. Por el contrario, la OTAN se amplió, mediante las adhesiones de Suecia y Finlandia, que durante décadas mantuvieron posiciones neutrales. Rusia, que se quejaba del “cerco” de la OTAN, está ahora más cercada que antes. Y su chantaje con el suministro de gas y petróleo aún no ha logrado crear grietas graves en Europa, aunque sí está generando graves problemas económicos y sociales.

Putin no fue el único equivocado. La creencia de EE. UU. y Europa en que las sanciones provocarían un rápido colapso de la economía rusa y que eso la obligaría a retirar su ejército de Ucrania fue una ilusión. Lo mismo ocurrió con respecto al cálculo de que se crearía un frente mundial antirruso. No pasó, y no solo por el apoyo de China a la invasión, sino porque otros países claves, como la India, Sudáfrica, Brasil y México, han mantenido posiciones ambivalentes y, en todo caso, distintas a las de EE. UU. y Europa.

Una vez más se prueba que cualquiera puede iniciar una guerra, pero que estos conflictos tienen desarrollos y desenlaces impredecibles: ¿Es la guerra en Ucrania la primera fase de una nueva guerra mundial? ¿Es el fin de la hegemonía estadounidense y el comienzo del resquebrajamiento de la comunidad europea? ¿Habrá una derrota estratégica rusa que termine en el desmembramiento de ese inmenso país? ¿Implicará el fin de la cooperación internacional para atender desafíos globales como el cambio climático? Nada de esto sabemos. Lo único claro desde un principio son las tragedias que causaría. Ante eso, más me reafirmo en mi convicción sobre la importancia de la coexistencia pacífica como un imperativo de política exterior. Kant sigue vigente.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.