¿Se convertirá EE. UU. en la Arabia Saudita del gas natural?

Europa depende de la voluntad de Estados Unidos de asumir un nuevo papel global, que puede ser reacio a desempeñar

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Cuando las imágenes de la agresión y de los crímenes de guerra rusos en Ucrania siguen dominando los medios en Europa y en todo el mundo, Alemania ha prometido recortar sus importaciones de gas ruso en dos tercios de aquí al 2023.

Incluso, a más corto plazo, Robert Habeck, vicecanciller y ministro de Asuntos Económicos y Acción Climática de Alemania, ahora afirma que el país va a reducir sus importaciones de gas ruso a la mitad en junio.

Recortar las importaciones de gas natural ruso, sin embargo, llevará más tiempo. La Unión Europea recientemente creó una nueva agencia para comprar gas en nombre de los 27 Estados miembro.

Su primera compra conjunta, de unos 15.000 millones de metros cúbicos este año, provendrá de Estados Unidos en forma de gas natural licuado. Pero ese es solo un punto de partida.

Europa no puede prescindir rápidamente del gas ruso, particularmente en el sector industrial. La guerra del presidente ruso, Vladímir Putin, contra Ucrania acelerará los esfuerzos intensificados por desarrollar más granjas eólicas e instalaciones solares en toda la Unión Europea, pero la energía renovable requiere mejoras específicas en infraestructura, cuya financiación y puesta en marcha llevará tiempo.

Lenta transición

Hasta que la tecnología de baterías permita que se almacene energía en volúmenes sustanciales, Europa necesitará plantas alimentadas por gas para un suministro de energía de respaldo en los días sin viento y sin sol.

Inclusive con los 15.000 millones de metros cúbicos de GNL de Estados Unidos, Europa seguirá necesitando otros 140.000 millones de metros cúbicos para reemplazar sus importaciones de gas de Rusia por completo.

Esos suministros tendrán que venir de un mercado global que ya estaba colapsado antes de que Rusia invadiera Ucrania. Y la demanda europea de gas natural no ruso incrementará la presión sobre los precios para los países que dependen de las importaciones, sobre todo, China, el mayor importador de gas del mundo.

Si bien no hay una escasez de gas en el suelo, desarrollar estos recursos y llevarlos al mercado puede demorar entre 3 y 5 años, o más si es necesario instalar infraestructura de GNL más compleja.

La guerra de Putin impulsará el desarrollo de nuevos campos de gas, especialmente en Oriente Próximo y el Mediterráneo. Pero, por el momento, existe una sola fuente disponible de suministros adicionales sustanciales: Estados Unidos.

A favor y en contra

Sin embargo, todavía no está nada claro si Estados Unidos quiere ser el proveedor de gas natural de último recurso del mundo, la Arabia Saudita del mercado de gas global.

Para la industria del petróleo y del gas, y algunos políticos de Estados Unidos, las exportaciones de gas son una respuesta racional a las necesidades globales, y una bienvenida nueva fuente de ingresos y empleos después de varios años de vacas flacas.

Piensan que un nuevo auge del esquisto resulta atractivo, porque gran parte de las potenciales exportaciones de gas de Estados Unidos serán una consecuencia de los desarrollos de petróleo de esquisto.

Para otros, en cambio, la promoción del gas para exportación representa un resurgimiento no deseado de la economía basada en hidrocarburos. El gas exportado de Estados Unidos en forma de GNL generará emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo que se sumaría a un total global que ya ha regresado a los niveles prepandemia y está todavía en alza.

Luego están aquellos que destacan el riesgo de que las mayores exportaciones dejen a Estados Unidos sin suministros de gas, y probablemente también de petróleo, justo cuando los precios a los consumidores para todas las formas de energía están aumentando aceleradamente. Estados Unidos ha llegado a disfrutar del autoabastecimiento de petróleo y gas gracias al esquisto, y no está claro si convertirse en el principal exportador de gas del mundo tiene algún atractivo de relevancia.

Tema candente

Al presidente Joe Biden le resultará difícil conciliar estos diferentes puntos de vista. Las principales iniciativas legislativas de su administración para limitar las emisiones de GEI y promover la energía limpia se han estancado en el Congreso, o han sido reducidas en escala y probablemente en impacto.

El lobby ambientalista, una parte importante de la base de votantes del Partido Demócrata, ya está expresando su desilusión ante la falta de progreso, en medio de temores de que los demócratas puedan perder el control del Congreso en las elecciones de medio período.

Por otro lado, una escasez grande y creciente de gas natural en Europa, donde ya se habla de racionamiento, podría minar el respaldo público a las sanciones contra Rusia. La tentación de que Alemania y otros lleven al gobierno ucraniano a aceptar un acuerdo de paz poco satisfactorio con Rusia no hará más que aumentar si el impacto de la escasez de gas en la economía europea aumenta.

La guerra de Putin contra Ucrania ha vuelto a poner la seguridad energética en la cima de la agenda política a ambos lados del Atlántico. Las opciones que enfrentan los líderes de Estados Unidos y Europa tal vez sean incómodas, pero también son urgentes e inevitables.

Nick Butler, profesor visitante en el King’s College London, es presidente fundador del Instituto de Políticas Kings y presidente de Promus Associates.

© Project Syndicate 1995–2022