Salir del entrampamiento

Una sociedad dividida frente al peligro fracasará

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En la teoría del manejo de conflictos, el entrampamiento es el proceso mediante el cual las partes en una disputa quedan atrapadas en un curso de acción que empeora un problema y que, debido a una posición inicial inflexible, les hace cada vez más difícil y costoso cambiar sus estrategias.

Alguien dice “tal cosa jamás pasará” y luego, para evitar ser calificado de traidor, no le queda otra que seguir insistiendo en esa consigna, aunque sea evidente que sin (algo de) “tal cosa” el problema no se resolverá. Las palabras, pues, se revuelven en contra de quien las dijo, y lo aprisionan.

En la experiencia cotidiana, este tecnicismo se ilustra en esa situación tan común en la que, tras una metida de pata, uno la vuelve a meter para salvar la torta inicial… y empeora la cosa. Llamemos a esto una metida de pata al cuadrado: salvar el orgullo, aunque se pierda lo importante.

Hablando de entrampamiento, me cuenta mi papá que hace muchos años un par de amigos caminaban por ahí cuando uno le dio un codazo al otro y le dijo “ve qué mujer más fea”. El otro le respondió “esa es mi mamá”. Para salirse de la torta, el hablantín dijo “no, no, no esa, la de la par”. Y el otro, más serio que una foto de duelo, lo liquidó: “Esa es mi hermana”. El de la torta, con mucha inteligencia emocional, inventó un “diay, pegame”, que aflojó la tirantez. Pensemos, sin embargo, que tenía una alternativa: terminar a meco limpio para “salvar cara”, aunque perdiera la amistad.

Todas estas reflexiones vienen a punto del atolladero en el que el gobierno se metió en el ámbito de seguridad y narcotráfico. “Ni un gramo de droga saldrá de APM gracias a los escáneres de la Operación Soberanía”. Resulta que salió un montón, y entonces vienen las excusas: que es que ese día el escáner estaba chocho y, cuando cae otro embarque, que es que ellos mismos avisaron. Y, por supuesto, los críticos le bailan al ministro zapateado en la cabeza.

Tenemos que salirnos de este proceso de entrampamiento. La crisis de seguridad ciudadana es demasiado grave y compleja para no conversarnos. Además, los escáneres no son un sustituto para una política pública que incluye tanto la prevención como la coerción. Ojalá el gobierno deje de insistir en lo indefendible, convoque a espacios de diálogo con los que saben y que las oposiciones políticas permitan esos espacios. Una sociedad dividida frente al peligro fracasará.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.