El creciente ahogo de la Gran Área Metropolitana (GAM), la necesidad de reducir diferencias regionales y el potencial de recursos (humanos y otros) que existe en varias zonas del país, está dando impulso a una gran oportunidad: un desarrollo regional más vigoroso y diverso.
¿Podrá generalizarse? De hecho, ya está andando, a partir de alianzas y gestiones locales intersectoriales, que en algunos casos han comenzado a dar frutos y, en otros, se encuentran en etapas de gestación. Sin embargo, así como el potencial es grande y la voluntad quizá mayor, no se pueden minimizar los riesgos. Los más serios son que, en materia de ordenamiento territorial, se repitan los errores que han vuelto a la GAM un aglomerado cada vez menos funcional y, en asuntos de gobierno y administración, que se repliquen las trabas y lentitud que caracterizan a la gestión central.
Cuatro buenos ejemplos: San Carlos ha avanzado en la atracción de inversiones con gran potencial de valor agregado, en agroindustria, servicios y algunas manufacturas. Turrialba está apalancándose en el dinamismo de empresas ya establecidas, orientadas a la exportación, para atraer otras y retener a su población. Liberia vive un bum inmobiliario y ha comenzado a capitalizar de forma más estratégica su aeropuerto internacional, mientras Guanacaste, como provincia, se esfuerza por integrar más al turismo con cadenas de valor regionales. Limón está en proceso de estructurar un consorcio para invertir en desarrollo local, con énfasis en logística y turismo.
Por su parte, Cinde ha realizado un fructífero esfuerzo para identificar oportunidades de estas y otras ciudades y regiones, acompañarlas y convertirlas en polos para captar inversiones en manufactura ligera, logística, agroindustria y energías limpias, entre otras. Y a lo anterior se unen aportes del Gobierno Central y, sobre todo, una creciente coordinación de actores múltiples.
Entre los grandes obstáculos están la pobre gestión de muchos municipios, el caos urbano que comienza a asomarse en algunos, documentado por el Estado de la Nación y el acendrado centralismo de nuestra institucionalidad. ¿Serán capaces de detener el avance? Pareciera que, en la mayoría de los casos, la respuesta es “no”. Pero para convertirla en un “sí” rotundo, habrá que redoblar esfuerzos.
Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).
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