Que paguen la cuenta

La mejora en las finanzas la cargan los más débiles sobre sus hombros

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La pereza mental es el hábito de acudir al dogma personal para, sin sudarla, juzgar una realidad. Ese dogma puede ser cualquier cosa: una creencia religiosa, una teoría, una idea política o, incluso, una postura, como cuando alguien cree que todo se debe a alguna conspiración.

El punto con la pereza es que uno no indaga, ni escarba más allá de lo evidente para entender una situación; nos quedamos con lo que a primera vista se ve, a lo que aplicamos un criterio confirmatorio: si se conforma con nuestras creencias, entonces es bueno; si no, es malo. Ahí acaba la cosa.

Pues bien, bastante pereza mental tenemos en nuestro país en mucha de la conversación pública sobre las cifras fiscales. La implementación de la reforma fiscal, aprobada in extremis en el 2018, dio paso a una mejora en el déficit fiscal de unos cinco puntos del producto interno bruto en solo cuatro años, un notable logro, y la deuda pública bajó de casi un 70 % a poco más de un 60 % de la producción (aunque aquí también influyen otros elementos). A partir de estos indicadores generales, nos damos palmaditas en la espalda y decimos “¡vamos bien!”. Cero estrés y no aflojen muchachos.

Permítanme, en este punto, una pregunta disidente: ¿Cómo estamos logrando esta mejora? Es que, como todo en la vida, hay muchas maneras de llegar a Roma, por buenos o por malos caminos. O, para decirlo más gráficamente, podemos bajar de peso gracias a un estilo de vida saludable o amputándonos una pierna. Si lo único que importa es el peso, cualquier cosa va, pero convengamos en que las implicaciones del método elegido son importantes.

Si uno hurga un poquito, o sea, abandona la pereza, las mismas cifras nos dicen que el ajuste fiscal lo hemos hecho a costa de profundos recortes en la inversión pública en políticas sociales y en infraestructura. La mejora, pues, la hemos hecho sobre los hombros de los más débiles, que están pagando un enorme precio. Más de uno dirá “sí, pero en el futuro ellos estarán mejor”. Promesa inespecífica, por cierto. Y agrego un elemento, los grupos más influyentes no han tenido que hacer un sacrificio ni remotamente similar. Tampoco veo una articulación de la política fiscal con una política de desarrollo productivo, ni con una propuesta de reformas del Estado para alcanzar los objetivos que la Constitución Política define. Pensemos en qué clase de sociedad estamos construyendo.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.