Problemón

Costa Rica tiene un gran problema criminal, porque roba la paz ciudadana y mata la gallina de los huevos de oro, que es la llegada de turistas

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“Canadá tiene un problemón”, tituló un sitio de noticias al informar, en el 2022, que el país norteamericano de 38 millones de habitantes batió su récord de asesinatos en tres décadas. El gran dolor de cabeza era el aumento de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, la cual pasó, de un año a otro, de 2,07 a 2,3, al registrar 874 muertes violentas.

Las estadísticas prendieron alertas. Nadie las minimizó, evadió responsabilidades o puso excusas. El primer ministro, Justin Trudeau, se preocupó por unir fuerzas y los medios de comunicación informaron en profundidad de las causas del deterioro en la seguridad ciudadana.

Pese a la mala noticia, internacionalmente, Canadá ocupó el primer lugar entre los 10 países más seguros para viajar, de acuerdo con el informe de Berkshire Hathaway Travel Protection. La percepción de los turistas se resume en pocas palabras: “Los delitos son comparativamente bajos y hay una baja incidencia de delitos relacionados con armas de fuego”.

Sin duda, en toda decisión de viaje, la mayoría de los turistas eligen su destino en relación con la seguridad. Por eso, el gobierno de Costa Rica no debe tirar la toalla ante la ola de criminalidad, menos cuando el problemón es que la tasa de homicidios se disparó de 12,5 en el 2022, a 17,2 en el 2023 debido al récord de 907 asesinatos.

En medio de este mar de sangre, resulta grave que luego de casi dos años de gobierno aún no haya estrategia para afrontar la ola criminal, pues la que se presentó en noviembre promete reducir la tasa de homicidios a 9,5 sin decir cómo.

Lo que abunda son las evasivas, el echar la culpa a otros e, incluso, minimizar el problemón para pintarlo como una matazón entre narcotraficantes. Ese mensaje muestra desprecio por la vida, incluidas las de las víctimas colaterales, que llegaron a 21 en solo nueve meses del año pasado.

La criminalidad es un asunto para tomar en serio porque atenta contra la paz ciudadana y la calidad de vida, destruye la economía y empleos al ahuyentar el turismo interno y la llegada de extranjeros. Es irresponsable que un gobierno se cruce de brazos. El problemón es real, y solo se disipará si se concilia con sectores y poderes, y se inyectan recursos a la policía.

amayorga@nacion.com

El autor es jefe de Redacción de La Nación.