Por un plato de lentejas

Por distintas razones, necesitamos un respiro de un año duro y complicado

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

¿Quién quiere leer en vísperas de Navidad que estamos cerrando el año más violento en la historia moderna del país, exceptuando 1948 cuando nos desangramos por una guerra civil? Yo no, si fuera lector de esta columna, aunque, como soy su juntaletras, puedo contradecir esos instintos y caer mal.

Preferiría el “feliz Navidad y próspero Año Nuevo” que un inoportuno artículo acerca de la violencia social. Y no me malentiendan: sinceramente, deseo unos felices y pacíficos días de fin de año a todas las personas. Creo que, por distintas razones, necesitamos un respiro de un año duro y complicado para así poder atesorar la ilusión en que el futuro será mejor. Y quién quita un quite: ¿Y si el futuro es mejor?

Lo que pasa es que no puedo dejar de lado la descarnada contradicción entre mis deseos —que son los deseos de muchos— con una trayectoria social, objetiva, en sentido completamente contrario. La verdad es que mi país ha empeorado, especialmente debido al narcotráfico y sus negocios de transporte y almacenamiento internacional de drogas y su comercialización local. Y nos hemos acostumbrado a convivir con los ajustes de cuentas, los tiroteos en los que salen heridas o muertas terceras personas inocentes; el control de extensas áreas de nuestro territorio por parte de grupos del crimen organizado y con su capacidad de reclutar e ilusionar a muchos jóvenes, ofreciéndoles tanto identidad como sentido de pertenencia y oportunidades económicas.

Empero, no solo es un problema de homicidios entre narcos, es que los indicadores de hurtos, robos y tachas de vehículos están también muy altos, así como la proporción de ellos que se realizan de manera violenta.

Hace unos días, los exministros de Seguridad se reunieron para tratar el asunto. La sesión fue, en sí misma, una señal al resto de la sociedad sobre la gravedad del problema. Una de sus conclusiones es que no es solo una cuestión que concierne a las políticas de seguridad pública, sino también es prioritaria para las políticas de desarrollo territorial, empleo (muy débiles) y las sociales.

En fin, tiene que ver con la democracia y la inclusión social. A propósito de la tradición judeocristiana tan presente en estos días: en la Biblia, Esaú trocó su primogenitura por un plato de lentejas. Mutatis mutandis, es lo que ocurre en El Salvador: la seguridad por la libertad. No quiero eso para mi país.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.