Por qué hablamos de fútbol

Es una realidad que cuando el balón rueda los aficionados somos todos iguales: ricos y pobres, creyentes y no creyentes, mujeres y hombres, gente de aquí y de allá

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El 2022 fue un gran año para el fútbol nacional. En Costa Rica se celebró la Copa Mundial de Fútbol Femenino Sub-20 y se clasificó a los mundiales mayores femenino y masculino de la FIFA. En el plano doméstico, tras ocho décadas, el Club Sport Cartaginés se coronó campeón y hubo demostraciones de algarabía que hace mucho no se veían en la Vieja Metrópoli.

Después de la pandemia, volvimos a ver estadios llenos y espectáculos sobresalientes para la afición, como lo fueron las jornadas finales del campeonato nacional masculino con el triunfo del Deportivo Saprissa.

El Mundial Femenino Sub-20 fue catalogado como “maravilloso y memorable” por la FIFA. Más de 120.000 personas acudieron a los estadios y estimaciones conservadoras apuntan que la Copa generó, como mínimo, $15 millones a la economía nacional. Hoteles, restaurantes, empresas de transporte y de turismo, agencias de seguridad, servicios de limpieza, compañías de telecomunicaciones y empresas constructoras, entre otras, formaron parte de la cadena de valor para organizar el Mundial. “Esencial Costa Rica”, nuestra marca país, fue vista por más de 100 millones de aficionados en 190 países.

El fútbol femenino crece aceleradamente. Desde el 2014 el número de jugadoras y equipos en los campeonatos de segunda y primera división se incrementó en más de un 50%. La clasificación a un segundo mundial mayor es un paso que complementa y afianza el desarrollo de este deporte y las aspiraciones de las niñas en todo el territorio. Los partidos de primera división se transmiten por televisión y, recurrentemente, hay encuentros con estadios llenos.

La clasificación al Mundial Masculino en Catar se dio en circunstancias extraordinarias, luego de una segunda vuelta y la obtención de 19 de 21 puntos, que hizo posible la disputa del repechaje contra Nueva Zelanda.

Las expectativas en el Mundial son enormes. Los principales medios de comunicación costarricenses modificaron la programación para dar prioridad a la cobertura y el gobierno designó a la Selección Nacional representante de la diplomacia deportiva costarricense y a sus integrantes, embajadores de la marca país.

El fútbol domina la publicidad en medios tradicionales y redes sociales y disputa la supremacía de espacio con la Navidad. El consumo asociado al fútbol es un ingreso fundamental para muchas familias, desde jugadores y equipos hasta bares, restaurantes y tiendas de electrodomésticos.

El fútbol es más que un deporte; es un fenómeno cultural y económico que sirve de espejo a nuestra sociedad. En la Costa Rica del siglo XXI, representa uno de los pocos símbolos compartidos por la mayoría. Es una realidad ineludible que cuando el balón rueda los aficionados somos todos iguales: ricos y pobres, creyentes y no creyentes, mujeres y hombres, gente de aquí y de allá.

Desde chiquillos, a muchos se nos inculca la práctica y se nos hereda una pasión que perdura toda la vida. Decía Eduardo Galeano que un hombre puede cambiar de partido político o de religión, pero no de equipo de fútbol.

La organización del fútbol, actividad económica de derecho privado, se discute con la rigurosidad y el escrutinio con que se evalúa a políticos elegidos popularmente.

Desde luego, el fútbol es una industria con impactos geopolíticos. La FIFA tiene más territorios afiliados que las Naciones Unidas. Los escándalos de corrupción motivaron la intervención extraterritorial del FBI y la elección de Catar 2022 como sede de la Copa Mundial acapara portadas y ejercicios de investigación periodística globales. Al mismo tiempo, la competencia trasciende las crisis diplomáticas y en la próxima Copa Irán jugará contra Estados Unidos.

El fútbol refleja con precisión la vida en sociedad. Mi colega Alberto Trejos opina que a través de la práctica del fútbol se aprende a vivir bajo un sistema de reglas, se comprende la relación entre esfuerzos y resultados y se entiende de orden, solidaridad y disciplina.

El fútbol provee un punto de encuentro y hasta un lenguaje casi común: “La Sele somos todos”, “hay que ponerse la camiseta”, “se embarrialó la cancha”. En tiempos de angustia, fomenta el sentimiento nacional y orgullo patrio: ¿Quién no se emocionó con el gol de Cayasso, la corrida de Medford, el cabezazo de Bryan Ruiz o la estirada de Keylor Navas?

Al analizar la integración de las selecciones nacionales, es obvio que el fútbol es una plataforma de desarrollo que brinda oportunidades a todos sin distinción. Las historias de movilidad social y los ejemplos de éxito son muchos.

A través del fútbol, costarricenses de todo origen, raza o credo desarrollan su pleno potencial. Figuras como Eladio Rosabal, Alejandro Morera, Ricardo Saprissa, Fello Meza, Paulo César Wanchope, Shirley Cruz y Óscar Duarte retratan la diversidad del fútbol. Desde la pobreza y la adversidad o la riqueza y el éxito, el fútbol imparte lecciones para las cosas importantes de la vida.

Decía el filósofo francés y premio nobel de literatura Albert Camus que todo lo que había aprendido sobre la moral y el deber de los hombres se lo debía al fútbol. Eduardo Galeano preguntó: “¿En qué se parece el fútbol a Dios?”, y su respuesta fue: “En la devoción que le tienen muchos y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”.

victor.umana@incae.edu

El autor es economista.