Poema a una novela

La geopolítica volvió a “Mamita Yunai” una novela incómoda.

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En la edición del 27 de diciembre de 1941 de la célebre revista cultural Repertorio Americano, editada por Joaquín García Monge, José María Zeledón, el autor de la letra del himno nacional de Costa Rica, publicó un poema dedicado a la novela Mamita Yunai de Carlos Luis Fallas.

Por razones que se considerarán más adelante, ese poema ha sido dejado de lado, tanto por los estudiosos de la obra de Zeledón como por quienes han investigado la narrativa de Fallas. De hecho, hasta ahora el poema solo aparece referenciado en el libro Rutas de subversión, de Álvaro Quesada Soto, pero como carta, no como poema.

Más sorprendente aún es que, aunque los comunistas emprendieron una intensa campaña promocional de Mamita Yunai, guardaron silencio sobre el poema que Zeledón dedicó a esa novela.

Jurado. Zeledón dividió su poema en cinco partes. La primera avanza una definición de lo que es una novela: “Un cuento largo”, que podría ser “fantástico” o “exponente vivo y crudo de algo verdadero”.

A partir de tal definición, el poeta afirma, en la segunda parte, que Mamita Yunai sí es una novela y, de seguido, cuestiona a los jurados que, en diciembre de 1940, descalificaron la obra de Fallas. Por entonces, el manuscrito de Mamita Yunai competía para representar a Costa Rica en un concurso internacional para escoger la mejor novela latinoamericana, convocado por la editorial neoyorquina Farrar & Rinehart.

Dicho cuestionamiento es de particular interés porque dos de esos jurados, Roberto Brenes Mesén y el propio García Monge, habían liderado el círculo de intelectuales radicales de la década de 1900, al que había pertenecido Zeledón.

Según García Monge, Mamita Yunai habría sido descalificada por no ser inédita (Fallas había publicado una parte en el periódico comunista Trabajo entre marzo y setiembre de 1940); pero de acuerdo con Brenes Mesén fue excluida por no ser considerada “como novela”.

Fue, por tanto, en contra de esa descalificación de Mamita Yunai que se pronunció Zeledón, quien no solo defendió su condición de novela, sino que resaltó su valor literario, al comparar a Fallas con Emilio Zola.

Antiimperialismo. En las partes tercera y cuarta, Zeledón se refirió a las terribles condiciones laborales de los trabajadores bananeros, expuestas en la novela de Fallas, y reivindicó el derecho que tenían esos obreros de “alzar los puños” y reclamar por mejoras.

Sin duda, uno de los aspectos más interesantes del poema es que Zeledón presentó a los estadounidenses –implícitamente asociados con la United Fruit Company– como “gringos malvados”, a los que equiparó con “tiranos” contra los cuales era legítimo rebelarse.

Al introducir una perspectiva decididamente antiimperialista y nacionalista, que llamaba a los trabajadores a convertirse en “amos” de su “tierra fecunda”, Zeledón procuró que, en términos de radicalismo político, su poema estuviera a la misma altura que Mamita Yunai.

Olvido. Si bien los comunistas costarricenses promocionaron sistemáticamente y con entusiasmo la obra de Fallas, sobre todo después de su publicación a mediados de julio de 1941, poco después Mamita Yunai se convirtió en una novela incómoda.

Luego de que en diciembre de 1941 Estados Unidos se alió con la Unión Soviética en la guerra contra el nazismo, los comunistas tendieron a abandonar su discurso contra el imperialismo estadounidense, lo cual implicó dejar de exaltar la extraordinaria novela de Fallas.

Cuando Zeledón escribió su poema a Mamita Yunai, en noviembre de 1941, Estados Unidos todavía se encontraba fuera de la guerra, pero al ser publicado en diciembre de ese año, ya los estadounidenses eran aliados de los soviéticos.

Pese a que Zeledón, en la última parte del poema, definió a Mamita Yunai como un “brillante trabajo”, los comunistas, en razón del nuevo escenario geopolítico, optaron por ignorar un texto que presentaba como “malvados” a los nuevos aliados de la Unión Soviética.

De esta manera, las emocionadas palabras que el poeta dedicó a la novela de Fallas quedaron cubiertas –aunque no por siempre– por el olvido.

Iván Molina es historiador.

‘Mamita Yunai’

Carta a Carlos Luis Fallas

No sé qué será novela.

Entiendo que a un cuento largo

se da tal nombre, y que puede

ser ese cuento fantástico

o exponente vivo y crudo

de algo verdadero, de algo

que pasa ante nuestra vista

como quien dice, gritando

para que todos lo escuchen

sin que nadie le haga caso;

trocitos de realidad

colocados en un cuadro.

***************************

Pues bien, si así son las cosas

y no estoy equivocado,

es su Mamita Yunai

una novela ¡qué diablos!,

y desde luego no hicieron

bien los señores jurados

en tratarla con desdén

y arrojarla en el canasto,

tal vez por lo narrativa

o quizás por los carajos

que adornan y condimentan

y dan fuerza a su trabajo;

por las mismísimas causas

que a Zola dieron maltrato

los paladares pulquérrimos

de los grandes literatos

de una época infortunada

que se pudrió en el pasado.

***************************

Yo que he sido un hombre de lucha

y que jamás he tomado

lo que llaman una lira

o una pluma entre las manos

si no es para abrir senderos

entre la maraña a tajos,

comprendo el ansia infinita

de su corazón gallardo

al escribir ese libro,

esa novela, ¡ca…nastos!,

llena de un hondo verismo

y de un dolor ultrahumano;

libro ejemplar, si los hubo,

por el desfile macabro

que él presenta de las penas

que el montón asalariado

de los dueños de este suelo

va soportando, ignorado,

en los amplios bananales

donde la peste y el suampo

pudren los cuerpos fornidos

y fermentan en los ánimos

la rabia que arma las lenguas

y el odio que arma los brazos.

***************************

Útil en todo sentido

me parece su trabajo

que he leído con deleite,

que he sorbido trago a trago

–como se bebe un licor

dulce, perfumado y áspero–[.]

Útil, porque en el discurso

del sensacional relato

los auténticos dolores

de los pobres van pasando…

van pasando ante los ojos

tranquilos y adormilados

de los que viven felices,

sin congojas ni quebrantos,

pensando que todos tienen

su mismo íntimo regalo

y que los que alzan los puños

al cielo con gesto airado,

reclamando su derecho

desconocido o negado,

son gratuitos enemigos

del orden a cuyo amparo

engordan los poderosos

y mueren los despojados.

Útil también porque aprenden

en él los gringos malvados

que hasta los perros sumisos

al cabo tórnanse bravos

y a mortales dentelladas

acaban con sus tiranos.

Y útil también porque lleva

a los corazones altos

que lleguen a regentar

los poderes del Estado,

el clamor de los que esperan

en su dolor aherrojados

la voz que está ya diciéndoles:

¡pobres parias, levantaos,

en vuestra tierra fecunda,

solo vosotros sois amos!

***************************

Mi cálida enhorabuena

por su brillante trabajo.

José María Zeledón, Puntarenas, XI-40 [sic: 41].