Pesadilla bolivariana

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Nicolás Maduro anda muy alentado con su imagen de monarca. Los cubanos del G2 han tenido al césar venezolano delirante con sus sueños reales. Para concretar y eternizar esas ambiciones, Maduro y sus asesores cubanos diseñaron una expansión del Estado como instrumento supremo del soñado Imperio bolivariano de casta madurista.

Fue con ese objetivo que se concibió la transformación de la arisca asamblea plebeya en un parlamento supremo, como los que sirvieron siglos atrás a las casas imperiales europeas, o así lo creía Maduro. Al tal parlamento, conformado al entero gusto de Maduro y los cubanos, se le podría confiar la aprobación de cuanta idea pasara por la cabecita del rey Nicolás I. Además, la congregación de 500 y tantos sometidos a la Casa Real, estaría totalmente facultada para hacer y deshacer en los cuadros de la administración y, atención, en los militares, como el monarca ordenara. Sería la “garra chavista”, según la propaganda oficial.

Y fue así como el jueves pasado, día subrayado por las galas y trajes largos, y tras largas peroratas de inauguración y aniversarios, Nicolás I decidió separar del cargo a la fiscala general Luisa Ortega quien ha antagonizado a la dictadura. Este movimiento de fichas caló duro en el país, admirador de la valiente fiscala.

Con este trasfondo, el domingo se produjo una rebelión armada en la base militar de Paramacay, en Valencia. La armazón militar fue sacudida y otros cuadros respondieron con duros ataques a los sublevados. Entre tanto, por la televisión, caras conocidas de una asonada hace algunos años, exhortaban a las Fuerzas Armadas a unirse a la insurgencia, acusando a Maduro de confabularse con tiranos foráneos. Un par de rebeldes fueron entrevistados por la televisión y se quejaban de la mala alimentación en el país.

El movimiento rebelde fue supuestamente anulado por el Ejército. Llegará el momento de los juicios televisados conforme al libreto de La Habana. Mientras, las costuras de las vestimentas imperiales empezaron a soltarse y los rumores corrieron velozmente por Caracas. Hay quienes creen que este episodio fue cocinado por los cubanos del G2. En su manera de pensar, nada mejor que una sublevación manejada para limpiar el tablero de obstáculos.

Pobre pueblo hermano, preso por tiranos pillos y asesinos. Desperté, entonces, sobresaltado por la pesadilla y me di cuenta de que no la hubo. Todo, y muchísimo más, era cierto. ¿Sería que mi despertar formaba parte de la pesadilla?