¿Pasar la página? No

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Imposible cumplirle al presidente su pedido de “pasar la página” al escándalo por la presión de su gobierno a la procuradora general de la República, Ana Lorena Brenes.

“Pasar la página” a este caso es permitir que sobrevivan las prácticas oscuras para castigar con el destierro al funcionario que se atreva a disentir.

“Pasar la página”, como reclamó don Luis Guillermo el martes ante la prensa, implica enterrar en la impunidad a los responsables de esta torpe maniobra política para deshacerse de alguien que resulta incómodo para Casa Presidencial.

“Pasar la página” sería una burla para los 1,3 millones de electores que creyeron en el ofrecimiento de transparencia y en la “casa de cristal” que iba a ser la Presidencia.

En este caso, es imposible creer que Daniel Soley actuara solo. Muy difícil que alguien de su rango acudiera, amenazante, a la oficina de la procuradora para pedirle la renuncia y ofrecerle una embajada sin contar con el aval del jefe, Melvin Jiménez, o de un superior.

Soley cumplía un mandado que, obviamente, salió de la Casa Presidencial, pues solo allí hay incomodidad con la Procuraduría por contradecir a esta Administración en dos casos de peso: la doble función del obispo luterano y ministro de la Presidencia, Melvin Jiménez, y el del levantamiento del veto a la calle de los vendedores de artesanía.

Ahora, dando por un hecho que Soley es solo un delgado hilo en esta trama maquiavélica, la confianza está depositada en los diputados. Por la institucionalidad, por la claridad en la gestión política, pero, sobre todo, para evitar cualquier presión con altos funcionarios, es vital que el Congreso llegue a identificar al o los responsables de enviar a un viceministro a “renunciar” a una alta funcionaria.

Pero también es vital que el presidente abra los ojos, que conozca mejor a los que tiene dentro de su “casa de cristal”, y que se empape más de cómo maniobran para no salir a decir que no sabía nada.

Ahora, querer “pasar la página” no es lo que se espera de un educador que triunfó en las urnas por prometer un cambio en la política sucia.

Lo positivo, hasta ahora, es que en Zapote conocieron, por las malas, que deshacerse de un adversario no es tan fácil como ofrecerle una embajada, y que ni con ellos, ni con los costarricenses, se juega.